Es un nombramiento que la llena de orgullo, dice la doctora Santolaya. Pero también que siente que ella ya había ingresado formalmente a la Academia Chilena de Medicina, pues fue recibida como miembro correspondiente en diciembre de 2018, ocasión en que sus méritos docentes, científicos y asistenciales fueron reconocidos en el discurso de incorporación que le brindó la doctora María Eugenia Pinto, profesora emérita de nuestro plantel.
Así, destacó su trayectoria como académica e investigadora en el Hospital Luis Calvo Mackenna, en la que desde muy temprano desempeñó cargos de alta responsabilidad, pues participó en 1997 en la creación y puesta en marcha del Centro de Investigación Clínica en su hospital; integró y presidió el comité de ética clínica del mismo recinto y entre 2005 y 2014 ejerció como jefe de su Unidad de Infectología, así como fue elegida y reelecta directora del Departamento de Pediatría del Campus Oriente de la Facultad de Medicina. Fue nombrada profesora titular del plantel en 2009 y directora del Programa de Doctorado en Ciencias Médicas asociado a especialidad clínica desde el 2013 a la fecha; entre julio de 2014 y el mismo mes de 2018 asumió como directora de la Escuela de Postgrado de nuestra institución, mientras que en paralelo, entre 2014 y 2016, fue miembro del Consejo Superior de Ciencias y Tecnología de Conicyt-Fondecyt.
En cuanto a su labor como investigadora, destacan sus hallazgos que han representado valiosos aportes a los protocolos del Ministerio de Salud para el manejo de los niños con cáncer, así como la han hecho merecedora de numerosos premios y distinciones. Eso se concreta en que desde el año 2000 ha obtenido cinco proyectos Fondecyt como investigadora principal y en la misma línea de trabajo, considerando el manejo selectivo de episodios infecciosos hasta biomarcadores genéticos y sistémicos de ocurrencia y gravedad de infecciones en estos pacientes. Por último, es referente internacional en su materia, a través de su participación en cinco sociedades científicas nacionales y extranjeras, sus 90 publicaciones en revistas del país e internacionales y su autoría en 20 capítulos de libros.
Una voz que tiene que ser escuchada
¿Qué representa para usted este nombramiento, ahora como miembro de número de la Academia Chilena de Medicina?
Es un reconocimiento para formar parte de un grupo de gente destacada, interesante, desafiante, y que tiene un rol en marcar ciertas directrices que le den un sentido a la medicina pública, más allá del trabajo en cuestiones más urgentes u opinantes. Abocado a sentar bases sólidas para aquellas directrices que en el largo plazo pueda tener nuestra disciplina; en lo personal, creo que quizás es un momento de inflexión en mi carrera, que me permite detenerme, mirar hacia adelante y ver dónde poner los esfuerzos, el trabajo y la energía en pos de hacer esos énfasis en cuanto al rol social y académico que debe tener la medicina.
Y es que, añade, “la Academia de Medicina es un espacio de reflexión que no pretende reemplazar el rol de las universidades y las sociedades científicas en cuanto al análisis de temas inmediatos; pero sí tiene el deber de tener una mirada más en el mediano y largo plazo respecto del rol de la medicina en nuestro país; porque hay decisiones que tomar, de dónde y en qué trabajar, en qué se puede hacer la diferencia”.
En ese sentido, uno de los temas que considera de mayor relevancia es el de mantener y mejorar la calidad de la enseñanza, tanto en el pre y posgrado como en el postítulo, “tratando de preservar las actividades de enseñanza de la medicina y de sus especialidades como una labor de las universidades chilenas; que la Academia pueda apoyar el trabajo de estas instituciones, contribuyendo así a que Chile tenga los médicos, especialistas y científicos que necesita y merece de manera descentralizada. Ese rol me parece bastante fundamental, y en esto me refiero a intereses que de pronto surgen en cuanto a la formación de especialistas, por ejemplo, como una labor de los hospitales. Creo que la Academia de Medicina puede aportar a que el país tenga un desarrollo de la medicina más armónico, buscando la equidad y la calidad a nivel de todo el territorio”.
Por ello, opina que “el establecimiento de esas bases comunes en la enseñanza de los médicos y especialistas que el país requiere es algo en lo cual la Academia puede tener una voz, la cual debiera ser más vinculante en la toma de decisiones de lo que son determinadas políticas nacionales con respecto a estos temas; su sentir tiene que ser escuchado en relación a esas definiciones”.
El sillón del doctor Farga
El 15 de julio de 2019 falleció el doctor Victorino Farga Cuesta, expresidente de la Sociedad Chilena de Enfermedades Respiratorias, creador del Departamento de Enfermedades Respiratorias del Hospital San Juan de Dios y formador de generaciones de médicos en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Nació en Barcelona, España, el 6 de julio de 1927. Tras el estallido de la Guerra Civil Española, llegó a Chile a bordo del Winnipeg el año 1939, a los 12 años. Egresó del Liceo Valentín Letelier y cursó sus estudios superiores en nuestra institución, obteniendo el título de médico cirujano en 1953 como el estudiante más destacado de su promoción.
Ese año ganó una beca primaria en la cátedra de Medicina del Profesor Rodolfo Armas Cruz. Se desempeñó como becado hasta 1955 y luego ocupó diferentes cargos docentes hasta 1966. En esos años constató la prevalencia de las enfermedades respiratorias en la población, hecho que lo motivó a dedicarse a esta especialidad; así, junto al doctor Edgardo Carrasco, creó el Departamento Broncopulmonar dentro del Servicio de Medicina del Prof. Armas Cruz.
En 1955 obtuvo dos becas para estudiar en Estados Unidos, la W. K. Kellogg del American College of Physicians y una beca de la Fundación Helen Wessel. En 1959 asumió la Cátedra Extraordinaria de Tisiología y en 1966 ascendió a Profesor Titular de Neumotisiología. Más adelante se desempeñó como jefe del Servicio de Tisiología del Hospital Sanatorio El Peral, y después como Jefe del Servicio de Medicina Respiratoria del Hospital del Tórax. En este último centro, la Universidad de Chile creó el “Instituto Nacional de Neumotisiología”, siendo el doctor Farga su primer director.
En 1975, producto de la situación política reinante en el país, se trasladó a Estados Unidos como profesor a la Universidad de California en San Francisco. En 1976 emigró a España para desempeñarse en el hospital del Tórax de Tarraza, Barcelona y en 1977 asumió como Director de la Unión Internacional Contra Tuberculosis, con sede en París, Francia. Regresó a Chile en 1978 al Servicio de Medicina del Hospital San Juan de Dios y a sus labores docentes en la Facultad de Medicina.
Durante su extensa trayectoria profesional publicó más de 200 artículos científicos o de divulgación, monografías o capítulos. Su obra “Tuberculosis”, en su segunda y tercera edición fue distribuida en América Latina como libro de texto por la Organización Panamericana de la Salud. Fue además presidente de la Sociedad Chilena de Enfermedades Respiratorias, fellow del American College of Physicians, miembro de Número de la Academia de Medicina del Instituto de Chile, miembro del Comité de Expertos de la OMS en Tuberculosis y Enfermedades Respiratorias, Maestro de la Medicina Interna y miembro honorario de la Asociación Latinoamericana del Tórax.