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Actualmente lo preside el doctor Emilio Herrera
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El 2001 fue el año en que una decena de académicos y funcionarios de la Facultad de Medicina se unieron para colaborar ante una creciente necesidad: la de responder, desde una perspectiva bioética, por el buen manejo y bienestar de los animales utilizados en las investigaciones científicas realizadas en el plantel, a partir de los requerimientos establecidos por las instituciones externas que financian la ciencia, como Conicyt.
“De esos primeros miembros sólo permanecen los doctores Carlos Valenzuela y Patricia Iturra, académicos del Programa de Genética Humana, quienes siempre han estado muy comprometidos con el tema y con la perspectiva ética”, recuerda el doctor Emilio Herrera, académico del Programa de Fisiopatología del Instituto de Ciencias Biomédicas; miembro del CBA desde el 2012 y creador, un año después, del Comité Institucional de Cuidado y Uso de Animales (CICUA) de la Universidad de Chile, el cual preside desde el 2016. Actualmente, el CBA está integrado por 15 miembros con experiencia en bioética asociada a experimentación animal, de los cuales cuatro son veterinarios, ocho son académicos de diversas disciplinas y tres son funcionarios de la institución.
En sus inicios, añade el profesor, la metodología de trabajo de esta unidad establecía que todos los miembros debían revisar la totalidad de los protocolos de investigación que llegaban, y cotejar sus informes en reunión mensual. “Cuando asumí su dirección, en el 2014, me di cuenta de que esto era imposible de mantener, debido al creciente número de protocolos que recibimos; si en sus inicios eran cinco o 10 al año, actualmente son un centenar. Más aún, porque ninguno de los integrantes tiene dedicación exclusiva a este trabajo. Es así como en la actualidad, cuando llega un protocolo nuestro secretario ejecutivo, doctor César Romero –el único con horario contratado sólo para esta labor- se lo envía a tres revisores, quienes constatan que los procedimientos descritos se ajusten a la normativa bioética, entregan sus observaciones al investigador y este tiene un plazo para establecer las modificaciones sugeridas. Con esta medida, cada uno de nosotros revisa entre 20 a 25 protocolos por año”.
El aumento en el número de protocolos revisados, agrega, no sólo se explica por el alza en la cantidad de proyectos que postulan a fondos concursables sino que porque hoy se incluyen los realizados por tesistas de diferentes programas de postgrado, y no sólo en el área de generación de conocimiento científico, sino también en las de docencia y producción. “Tanto los académicos como los estudiantes están tomando conciencia de que toda la investigación que hagan tiene que ser visada por un comité de bioética. Y esta mayor conciencia se relaciona con que hemos hecho talleres y educación en esta materia, pero además los mismos alumnos, en particular los nuevos, vienen con esta inquietud más establecida. Velar por el bienestar animal no sólo es un abordaje ético sino que en la práctica mejora indiscutiblemente la calidad de los resultados de las investigaciones científicas: un animal en óptimas condiciones da resultados confiables, válidos, reproducibles y con menor variabilidad, por lo que el investigador incurre en menores costos y se invierte un menor tiempo de trabajo”.
En todo caso, añade, una de las reglas en las que basan su labor es la de las “tres R”: “La primera se refiere al concepto de reemplazo, ojalá cambiar el modelo animal por otro siempre que se pueda, tales como los matemáticos, nuevos software o líneas celulares o hacer el cambio por modelos vivos menos sintientes, como en insectos. La segunda se trata de reducir, para disminuir al mínimo el número de animales utilizados en la investigación para tener resultados válidos, para lo cual hay métodos estadísticos e históricos del mismo laboratorio, pues el académico puede determinar detalladamente la cantidad de animales que necesitará antes de iniciar el trabajo. Y, por último, está la idea del refinamiento; es decir, mejorar todos los procedimientos para disminuir al máximo el sufrimiento o estrés animal”.
Reconocimiento internacional
La labor del CBA incluye otras responsabilidades vinculadas a la aprobación de protocolos de investigación: “Tenemos que hacer seguimiento de los protocolos, pues las instituciones que financian los proyectos solicitan estos informes para el momento de su cierre. Esto supone una entrevista con el investigador, visitar su lugar de trabajo y constatar que lo que hizo corresponde con lo que declaró en su protocolo. Eso nos ha ayudado a favorecer el diálogo y la retroalimentación con los investigadores, de manera que podemos hacer sugerencias para mejorar los procedimientos y el manejo de los animales, con lo que se facilita el avance de la ciencia. Con estas entrevistas y sugerencias, los académicos nos ven más cercanos, no sólo como una entidad que molesta con sus papeleos”.
En ese sentido, añade, también les corresponde la certificación de las dependencias que alojan animales. “Ver que cumplan con las condiciones establecidas para cada especie y certificar por una vigencia definida, para lo cual nuestros integrantes tienen ya sea la formación como veterinarios o son académicos con mucha experiencia en modelos animales, dentro y fuera de Chile; también muchos de nosotros participamos de congresos de bioética animal, en discusiones a nivel nacional, de alguna manera determinando las directrices o el reglamento que se aplica en el país”.
Desde esa perspectiva, agrega el académico, el Bioterio Central de la Facultad de Medicina cumple con las normativas y está certificado, así como otra veintena de unidades que alojan animales en todos los campus de nuestro plantel, “el desafío de este año es lograr la revisión y certificación de los recintos que justificadamente los tienen. En esa línea, hacemos las sugerencias para mejorar las instalaciones y además intentamos ayudar a los académicos a conseguir los recursos para adquirir los equipos o la implementación que señalamos, pero creemos que las instituciones financieras, en conjunto con la universidad, así como ponen exigencias de certificación bioética para la investigación que usa animales, debieran ayudar a los investigadores a contar con lo necesario para tenerlos en óptimas condiciones. Porque la certificación abre puertas a nivel internacional. Por ejemplo, el National Institute of Health reconoció el año pasado a la Universidad de Chile, mediante el CICUA, como una institución garante del bienestar animal, y eso es indispensable para obtener proyectos concursables con entidades como el propio NIH”.
Por último, el doctor Herrera informa que están abordando el tema de la tenencia responsable de mascotas, tanto a través del CBA como del CICUA; “estamos pensando era hacer jornadas de adopción, de manera de invitar a académicos, estudiantes y funcionarios que tengan afinidad con los animales –y que son los que los están manteniendo en las distintas facultades-, para conseguirles casa a esos perros y gatos, porque no están en bienestar y son una fuente de posibles enfermedades y accidentes con mordeduras”.
Cecilia Valenzuela León/ Fotografías: David Garrido