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Guía para la promoción del bienestar psicoafectivo

El ingreso a la educación superior abre grandes oportunidades, pero también supone importantes desafíos. El período denominado “adultez emergente” (entre los 18 y 29 años), en el que se encuentra la mayoría de los estudiantes universitarios, coincide con el desencadenamiento de diversos problemas de salud mental. De hecho, síntomas depresivos, ansiedad y estrés no son infrecuentes entre los/ las estudiantes de educación superior. Ahora bien, no existe un único factor que explique el mayor riesgo de presentar problemas de salud mental en esta etapa, puesto que existen diferencias individuales importantes en las maneras de enfrentar el estrés, regular la ansiedad y administrar la carga académica.

Los períodos de transición en la vida, como el ingreso y egreso de la universidad, pueden ser particularmente desafiantes. El ingreso a la educación superior conlleva muchas veces un conjunto de transformaciones vitales importantes. Muchos jóvenes se deben adaptar además a la transición desde un modelo escolar alta- mente estructurado y protegido a un contexto universitario caracterizado, generalmente, por una mayor flexibilidad, autonomía, nuevas exigencias académicas y métodos de aprendizaje. Un entorno de educación superior desconocido puede ser muy estresante, especialmente para quienes ya presentan vulnerabilidades subyacentes.

En este escenario, las políticas de promoción y las acciones que permitan prevenir la aparición de los problemas de salud mental son fundamentales. Esto implica trabajar en la promoción de estilos de vida saludable, pero también desarrollar enfoques que tengan impacto tanto en los procesos de enseñanza/aprendizaje, como en el apoyo a los/las estudiantes que experimentan dificultades de salud mental. Asimismo, es preciso crear nuevos marcos de procedimientos que puedan guiar la intervención y la toma de decisiones, para permitir que los/las estudiantes continúen sus estudios en las mejores condiciones posibles.

La tarea de las instituciones es ayudarles a capitalizar los beneficios de la educación superior, proporcionándoles el apoyo que necesitan para desarrollar su potencial que no sólo redunda en su beneficio y en sus familias, sino también en la sociedad en su conjunto. Las distintas unidades académicas deben ofrecer programas que promuevan la autogestión, el autocuidado, la autoestima, la resiliencia y la independencia, ofreciendo apoyo a los/las estudiantes que no logran desarrollar estas capacidades y habilidades y que pudieran llegar a un punto de crisis.

En este contexto, el Comité de Salud Mental Estudiantil de la Facultad de Medicina ha elaborado una propuesta de adaptación de la guía de buenas prácticas que aborda el bienestar mental de los estudiantes en la educación superior, publicado en 2015 por las Universidades del Reino Unido. También ha revisado antecedentes de la P. Universidad Católica de Chile, de la Universidad de Manchester y literatura internacional sobre esta materia.