En algún breve momento estudiante de la Facultad de Medicina –pasó por las aulas de la Escuela de Terapia Ocupacional cuando sus padres pensaron que Artes no debía ser su camino-, Lotte Sanders vuelve para mostrar parte de su verdadera vocación que, asegura, tampoco está tan lejos de la de los profesionales de la salud.
Seis de sus obras muestran su mirada de la cordillera, de los árboles del Limarí, el florecer de un espino y la alfombra que bordan las hojas enrojecidas por el otoño. Mediante el acrílico, “y manchas de pastel y de carboncillo”, traza la velocidad de un sueño volátil, la fuerza de un relámpago azul o la fragilidad de una primavera amarilla. Según cuenta, “desde niña siempre fui como observadora, ese tipo de personas que no hablan mucho, pero que siempre están observando la naturaleza, los colores, las formas”. Trató de canalizar ese impulso a través del diseño como profesión, pero a través de distintos cursos y talleres de arte –en la Universidad Católica, en municipalidades- dio con ese camino que, luego, la llevó a aprender y trabajar con Concepción Balmes, de quien llegó a ser su ayudante y con la que expuso a fines de los ’90 en Isla de Pascua.
En esa misma búsqueda se formó como profesora de arte en la Universidad Alberto Hurtado, mientras siguió creciendo en su forma de expresión. También reconoce como maestra a la acuarelista Alejandra Bendel, con quien trabajó, y como inspiración la obra de José Balmes y Gracia Barros. Así devino en el expresionismo figurativo, “recorriendo todos los caminos, porque para saber lo que a uno le gusta tiene que saber lo que no le gusta”, llegando a la materialidad del acrílico “porque con él puedo hacer las aguadas que da la acuarela y también esa textura del óleo, si quisiera, sin perder tanto tiempo buscando el color para esa mancha o trazo que quieres”.
¿Cómo llega a los conceptos que quiere expresar a través de estas manchas y trazos?
Yo creo que con una introspección muy solitaria, sintiendo qué es lo que te dice un color en tu alma, en tu cuerpo, en tus papilas gustativas, en tus ojos. Yo creo que esa es la forma, una introspección en la que se juntan las emociones con el color, las emociones con el trazo, con todo lo que la línea exprese. La suavidad o la calidez del amor maternal a través de una línea de color suave, envolvente, acogedora. La agresividad mediante un trazo brusco de carboncillo: todo eso se plasma en el rastro de esa materia, de ese recurso.
Esos son los trazos que cuentan sus historias: cómo la conmueve el sufrimiento y la muerte de niños o la guerra, base de la serie “Cuerpos Caídos” a la que vuelve cada tanto; el recuerdo de su madre, presente siempre desde los paisajes nortinos y en su serie Limarí; o la Cordillera de los Andes, azul o gris. “Yo no me expreso bien con palabras. Siento que lo hago mejor con la pintura”.
En ese mismo sentido, ¿cree que la medicina también es una forma de expresión y de arte?
Por supuesto, el arte está en todo el ser humano. El arte es amor por la humanidad, por lo que somos, por la naturaleza y ahí están juntos totalmente. Es cierto que el médico es muy científico, pero también es cierto que es intuitivo, porque cada ser humano es distinto y para sanar a alguien no solamente se necesita un remedio, sino que también de ofrecer un poco de apoyo emocional. No nos serviría de nada que a un ser humano le arreglen su problema de salud física si no tienen un apoyo a través del amor.