La investigación fue publicada en la revista "Alcohol and Alcoholism" el 29 de septiembre de 2016, liderada por el doctor Yedy Israel, académico del Programa de Farmacología del Instituto de Ciencias Biomédicas de nuestro plantel, junto a los doctores María Elena Quintanilla, Paola Morales y Mario Herrera Marschitz, de la misma unidad, y a los doctores Fernando y Marcelo Ezquer, del Centro de Medicina Regenerativa de la Facultad de Medicina, Universidad del Desarrollo-Clínica Alemana.
Según explican los doctores Israel y Morales, en los alcohólicos tienen lugar dos condiciones que se combinan. La primera es que en estos individuos "la memoria visual, el olor o una cantidad muy pequeña de alcohol, producen un efecto cerebral muy parecido a la misma droga. Se estimula la liberación de dopamina cerebral, que anuncia que viene el consumo de la sustancia que le produce agrado, generando un efecto condicionado". En buen chileno, "se les calienta la boca" con solo oler o tomar un poquito de estas bebidas.
La segunda, añaden, es que se ha propuesto que en las personas alcohólicas la corteza prefrontal del cerebro -que es la encargada del control de los impulsos- está dañada por una inflamación de larga duración generada por el consumo excesivo de esta sustancia. Por ello, el individuo no es capaz de tomar buenas decisiones luego de estos estímulos; "es decir, ya no tiene la capacidad cognitiva para comprender el daño que le producirá otra intoxicación alcohólica, como problemas con la ley, familiares o laborales, y bebe sin medida".
Sin efectos secundarios
Los científicos informan que el alcohol genera un notable incremento de las especies reactivas de oxígeno (ROS), las que producen neuroinflamación y neurodegeneración en el cerebro, situación que podría dar cuenta del consumo compulsivo de alcohol. Frente a ello, esta investigación se orientó a reducir la inflamación cerebral, para que el individuo sea capaz de refrenar su impulso frente a un estímulo. Así, los equipos científicos de las universidades de Chile y del Desarrollo establecieron una colaboración con el fin de generar células madre mesenquimáticas obtenidas de médula ósea o de tejido adiposo de ratas que no habían bebido e inyectarlas en el líquido cefalorraquídeo de ratas bebedoras. Estas células se caracterizan por no ser reconocidas como ajenas por el sistema inmune, por poseer propiedades antiinflamatorias y por su capacidad de promover la generación de neuronas y glías.
El protocolo de trabajo fue el siguiente: durante tres meses, ofrecieron libremente alcohol a un conjunto de ratas, las que consumieron el equivalente humano -una persona promedio de 70 kilos- de dos botellas de whisky de 50 grados y 750 cc cada una por día.
Después de estos tres meses, a un grupo de estos animales les inyectaron células madre mesenquimáticas en el líquido cefalorraquídeo, mientras que al otro grupo les inyectaron una solución placebo, y a todo el conjunto lo sometieron a una abstinencia de 15 días.
Luego de esta deprivación, se les ofreció alcohol a ambos grupos por tan solo una hora para estudiar su consumo compulsivo: los animales que recibieron placebo aumentaron su consumo en ese lapso, bebiendo el equivalente a que una persona de 70 kilos hubiera tomado 154 gramos de alcohol o media botella de whisky en esos 60 minutos, mientras que los animales a los que administraron células madre consumieron el equivalente a que una persona de 70 kilos ingiriera sólo 28 gramos de alcohol, un 80% menos que el grupo placebo: es decir, como un bebedor social.
Así, una única inyección de células madre mesenquimáticas inhibió la ingesta compulsiva por más de 40 días, y sin efectos secundarios indeseados pues las ratas siguieron bebiendo agua y alimentándose de manera normal.
Los doctores Israel y Morales sugieren que la reducción del consumo de alcohol se debe a los factores antiinflamatorios producidos por las células madre mesenquimáticas, que es lo que seguirán investigando en el futuro, para saber si esta capacidad es resultado de sustancias antiinflamatorias generadas por las propias células madre mesenquimáticas o se debe a una estimulación de la generación de nuevas células neurales. Igualmente, para saber si es que estas mismas pudieron transformarse en neuronas o glías para reparar el tejido dañado en la corteza prefrontal.
Asimismo, estudiarán si es que este modelo puede usarse en otro tipo de adicciones, como podrían ser las metanfetaminas o la morfina, así como también ahondarán en otras formas de administración, ya sea intravenosa -modelo en el que ya han hecho pruebas, con resultados promisorios.
"Esta no es una terapia que pueda estar lista para mañana, pero sí arroja luces sobre futuros avances que podamos obtener a nivel preclínico, utilizando células madre mesenquimáticas humanas, porque los resultados son consistentes y sin efectos secundarios", finalizan los doctores Israel y Morales.
Para revisar el reportaje publicado en La Tercera sobre esta investigación, pinche aquí.