Según explica el académico del Departamento de Anatomía y Medicina Legal y ex presidente de la Sociedad Chilena de Anatomía, la enseñanza de su disciplina a partir del material cadavérico se ha realizado desde tiempos pretéritos; “pero, debido a que no había elementos químicos o físicos de conservación adecuada y, por lo tanto, su uso se asoció a enfermedades que afectaban a los operadores, fue una práctica que cayó en declive. Posteriormente, diríamos al principio del siglo XIX, empiezan a utilizarse los cuerpos en Europa en mayor cantidad, haciendo disecciones, lo que tiene un auge en la segunda mitad de ese siglo cuando empiezan a aparecer más productos químicos para la conservación, y que no sólo hacen que las piezas mantengan una flexibilidad, sino que no transmitan enfermedades. De esta forma, se inició el uso del fenol y luego del formaldehído, los cuales han sido actualmente reemplazados por otras sustancias más inodoras e incoloras, que permiten tener un mayor rango de seguridad en el uso de los cadáveres. Pero toda la humanidad, en todo el mundo, se sentía con derecho a utilizar los cuerpos de las personas que fallecían y que nadie reclamaba, porque habitualmente había un deficiente sistema de registro de identificación”.
Esto cambió en nuestro país cuando en el año 1985 el profesor Alberto Rodríguez Torres crea el Programa de Donantes de Cuerpo en la Facultad de Medicina, según el cual en forma espontánea los que así lo deseen contribuyen a la docencia. “El profesor Rodríguez tomó esa idea de la escuela paulista en Brasil, y desde entonces empezó a desarrollarse en algunas otras universidades esta forma de poderse prodigar de cuerpos, que son muy escasos; incluso, posteriormente la Federación Internacional de Asociaciones de Anatomía preconizó este sistema como una forma adecuada de poder enseñar de la mejor manera esta disciplina en las carreras de la salud”.
En la actualidad, detalla, “nuestro perfil de donantes está compuesto por más mujeres que hombres, pero en la práctica social y cultural nos llegan más varones, porque al momento de donar el cuerpo, es la familia la que avisa y toma la decisión, respetando lo dispuesto por los donantes por razones altruistas en su mayoría; y cuando fallece una mujer, generalmente es una madre o abuelita, por lo que surgen razones emotivas para no traerlas y preferir la sepultación tradicional”.
En el marco de este programa, aclara el doctor Cárdenas, se materializa la llegada de un cuerpo al mes, aproximadamente, además de elementos biológicos provenientes de amputaciones, por ejemplo, realizadas en diferentes centros asistenciales y previa autorización de los pacientes.
¿Cómo se recibe e informa a los donantes? “A los que están interesados se les ofrece una charla en relación con los usos que acá hacemos del cuerpo para la docencia de pregrado, postgrado y educación continua, como también la preparación de material que puede quedar en el museo para exhibición. Se les hace entrega de un carnet con los teléfonos para que la familia nos avise, por lo cual tienen que socializar este deseo con todos ellos. Les contamos, además, que la donación no tiene costo y que como el procedimiento de servicios fúnebres está subvencionado al menos en parte por los seguros, eso permite que la familia pueda tener su velatorio y rito fúnebre, pero después de ello, en vez de dejarlo en el cementerio o parque correspondiente, lo traen a nuestras dependencias. Aquí se hace una ceremonia pequeña, se le entregan los objetos personales a la familia y ellos dan su última despedida”.
El cuerpo, entonces, pasa a ser tratado para su conservación, manteniendo la trazabilidad de las piezas, pero manteniendo una estricta confidencialidad y anonimato del donante. “Nosotros enseñamos la anatomía normal, no la anatomía patológica ni legal, lo que quiere decir que, si es que hay un órgano con una enfermedad evidente, este se retira y desecha. En algunos casos, se conservan con fines educativos, pero ya no de nuestros estudiantes, sino que de público general o de escolares, como podría ser el caso de los pulmones de un fumador”.
Estos programas deben estar en el ámbito universitario
En cuanto a la formación profesional en anatomía, el doctor Cárdenas cuenta que “nosotros la hemos resuelto bien. Sin embargo, recibimos solicitudes de instituciones externas que, con altura de miras en relación a probar una técnica nueva o a capacitar en alguna técnica utilizada ya en el extranjero que es beneficiosa para los pacientes y su expectativa y calidad de vida, necesitan utilizar cadáveres, por lo que nos presentan su requerimiento. Y tenemos las puertas abiertas en ese sentido, pero evaluando quiénes son los solicitantes, su currículum, su trayectoria en investigación, los aspectos clínicos del curso, a quién está dirigido, para ver la pertinencia del uso de este material”.
Esto porque, añade, “este es el mejor espacio: la universidad, con controles rigurosos. Llevamos muchísimos años en esto, hay un paraguas académico de conocimientos básicos que permiten tener y cumplir regulaciones sanitarias y éticas. Por lo tanto, ese tipo de decisiones me parece que siempre debe estar dentro del ámbito universitario. No puede existir alguna entidad que por aspectos económicos o sólo querer probar alguna técnica en particular no esté regulada. Todo comienza a transgredirse cuando priman los intereses económicos por sobre el bien común”.
Por ello, asegura, las instituciones a cargo de los cuerpos deben evaluar una serie de factores cruciales a la hora de trabajar con ellos, puesto que se requiere de equipamiento apropiado, personal capacitado, cumplir normas sanitarias, tener experiencia en el área y capacidad docente, también para generar conocimientos nuevos.
En ese sentido, la Sociedad Chilena de Anatomía creó un informe en el que entrega las directrices de un modelo que considera los aspectos éticos y técnicos para implementar programas de donación de cuerpo en las universidades, teniendo entendido que las que ya lo tenían implementado no dan abasto y que es necesario fomentarlos, en base a lo dispuesto por la Federación Internacional de Asociaciones de Anatomía. Actualmente, cinco planteles ya los tienen, y está en formación en otras tres.