La doctora Bosco explica que la preeclampsia, o hipertensión durante el embarazo, afecta aproximadamente al 3-5% de las gestantes, es la principal causa de muerte materna y una de las principales en cuanto a morbi-mortalidad perinatal en Chile. Su único tratamiento efectivo, añade, es provocar el nacimiento del niño de forma prematura, con todas las complicaciones que esto representa para el bebé. A ello, añade que a la fecha se postula que la preeclampsia se relaciona con la placenta, cuando esta experimenta hipoxia o falta de oxígeno durante las primeras etapas de su formación. Esto desencadena un estrés oxidativo en el órgano, lo que conlleva que se genere un aumento de la apoptosis o muerte de las células que tapizan las vellosidades coriónicas que contactan con la sangre materna, denominadas trofoblasto: sinciciotrofoblasto y citotrofoblasto.
Dado que la placenta ha sido su línea de investigación como académica, la doctora Bosco señala que “hace tiempo, que analizando al microscopio electrónico de transmisión placentas de mujeres con preeclampsia, pude observar que el retículo endoplásmico o RE de las células del trofoblasto se presentaba dilatado, pero en ese entonces y hasta hace poco no encontré explicación para esa anomalía. Pero desde el año 2014 la comunidad científica internacional comenzó a demostrar a través de técnicas de biología molecular que esta situación se producía por la acumulación de proteínas mal plegadas en el organelo, lo que me permitió en la actualidad vincular este proceso con las observaciones previas que mostraban la dilatación del RE”.
La forma de demostrarlo, explica, se hizo mediante aplicación de inmunohistoquímica a cortes histológicos de placenta y con el uso de anticuerpos para la determinación tanto de amiloidosis como de apoptosis. “La acumulación de proteínas mal plegadas en el RE se define como amiloidosis, la cual tiene relación con diferentes enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Con esta técnica, se pudo confirmar la presencia de amiloidosis en el trofoblasto; específicamente en el sinciciotrofoblasto, que son las células que están en la capa superior del trofoblasto, contactando con la sangre materna. Pero era curioso, porque el grado de amiloidosis dependía del grado de apoptosis del citotrofoblasto, que es el tipo celular que está en la capa inferior”, sentencia.
En búsqueda de posibles marcadores tempranos
En condiciones normales, aclara, cuando el citotrofoblasto “inicia” su apoptosis se fusiona con el sinciciotrofoblasto, proceso que culmina en este último tipo celular. “Pero cuando la apoptosis del citotrofoblasto se presenta muy avanzada previo a su fusión con el sincitiotrofoblasto, puede observarse también una dilatación del RE en el citotrofoblasto. De acuerdo a lo anterior, esto producirá en el sinciciotrofoblasto una mayor dilatación del RE y un mayor grado de apoptosis una vez producida la fusión, lo que hará que restos de sinciciotrofoblasto, junto a proteínas mal plegadas, se desprendan a la sangre materna y desencadenen los signos de la preeclampsia en la madre: proteinuria, edema e hipertensión”.
Este descubrimiento, acota la académica, también explica por qué se puede producir retardo de crecimiento fetal sin que haya preeclampsia: “Sucede cuando estas proteínas mal plegadas, en vez de desprenderse hacia el torrente sanguíneo de la madre, se acumulan en la lámina basal del trofoblasto, lo que probablemente ocurre por la adecuada activación de la UPR –unfolded protein response o respuesta a proteínas mal plegadas- en el sinciciotrofoblasto, lo que ha sido demostrado por otros autores. Esto alterará el normal intercambio metabólico entre la madre y el feto, sumado a que no se detectarán proteínas mal plegadas en la sangre materna”.
Por ello, “queda claro que depende del grado de apoptosis que experimente el citotrofoblasto el destino final que tendrán las proteínas mal plegadas acumuladas en el RE del sinciciotrofoblasto, pudiendo ser vertidas a la sangre materna o depositadas sobre la lámina basal del trofoblasto.
Esta información, subraya la doctora Bosco, podría ser determinante en la búsqueda de marcadores tempranos para la preeclampsia, “que actualmente se diagnostica alrededor de las 20 semanas de gestación; si tuviéramos indicadores precoces, sería posible a futuro –aprovechando que investigaciones del área de las enfermedades neurodegenerativas están avanzando en términos de generar terapias farmacológicas para evitar el mal plegamiento de proteínas- poder prevenir o tratar esta patología, que afecta a un alto porcentaje de embarazadas y, en consecuencia, a sus recién nacidos. En todo caso, finaliza, “cabe recordar que de todas las enfermedades causadas por mal plegamiento de proteínas, la preeclampsia es la única que mejora una vez producido el parto y expulsada la placenta”.