En el marco del Congreso Sonepsyn 2021 tuvo lugar la presentación del libro 'Muerte encefálica' de edición y autoría del doctor David Sáez Méndez, profesor asociado del Departamento de Neurología Sur de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. “Este libro aborda, principalmente, cómo certificar una muerte encefálica, porque en nuestro país todavía son controversiales algunos temas, pese a que deberían estar muy claros”, comenta el académico.
El escrito ya está disponible para su venta online por la página web de la editorial de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía (SONEPSYN), entidad que financió su publicación “con el fin de proporcionar conocimiento para nuestros colegas neurólogos, neurocirujanos e intensivistas, porque desafortunadamente el conocimiento de la evaluación por muerte encefálica, pese a que debería ser obligatoria, no siempre es bien dominada por los candidatos a especialistas”, señala el Dr. Sáez.
Con este texto, el autor pretende “crear uniformidad, establecer los criterios adecuados, que es lo que ya tenemos en el Servicio de Salud Metropolitano Sur, debido a una comisión que creamos en el 2011 para evitar malos diagnósticos de malos evaluadores con desconocimiento de los hechos. Para ello, en el libro se dan las respuestas necesarias para la evaluación de un paciente en estado de coma o en situaciones que son limítrofes, ya que nosotros como evaluadores somos la última línea de defensa de un paciente con una eventual muerte encefálica”.
Este libro es resultado de la experiencia que el doctor David Sáez tuvo por más de veinte años, durante la etapa que realizó turnos del servicio de urgencia. “Me ha tocado certificar muertes encefálicas desde hace muchos años. Las primeras experiencias son situaciones que a uno lo angustian, por el temor de cometer un error o algo pase. En ese sentido, no es bueno equivocarse o mantener a un paciente falsamente vivo a un ventilador, ni certificar que un paciente esté muerto, sin que lo esté”, señala.
Controversias
“La muerte encefálica es la única muerte real. Si uno muere del corazón, puede ser reanimado. Sin embargo, si uno muere cerebralmente, no hay reanimación que lo haga volver atrás, porque se muere el centro de control cardiorrespiratorio; muerto ese centro, no tenemos vuelta atrás. Somos cerebros, fundamentalmente, de ahí dependen todas nuestras conductas y acciones”, afirma el académico de la Universidad de Chile.
A principios del 2000, el papa Juan Pablo II encargó a la Academia Pontificia de Ciencias que se pronunciará sobre el concepto de muerte encefálica, concluyendo que “la Iglesia Católica no podía aceptar, bajo ninguna condición, dicho concepto. Afortunadamente, Juan Pablo II sacó un pronunciamiento propio, donde decía que donar órganos es la entrega máxima en una condición de dadivosidad hacia el prójimo”, menciona.
Específicamente, dicha postura fue dada a conocer el 29 de agosto del 2000 con ocasión del XVIII Congreso Internacional de la Sociedad de Trasplantes, donde manifestó que “los trasplantes son una gran conquista de la ciencia y no son pocos los que en nuestros días sobreviven gracias al trasplante de un órgano. (...) Frente a los actuales parámetros de certificación de la muerte, la Iglesia se limita a cumplir su deber evangélico de confrontar los datos que brinda la ciencia médica con la concepción cristiana de la unidad de la persona que podrían poner en peligro el respeto a la dignidad humana”.
Por otro lado, cuando se sacó la Ley sobre Donación y Trasplante de órganos y tejidos, esta se impugnó ante el Tribunal Constitucional por diez senadores, “favorablemente, después de analizar esta situación, solo por cuatro votos a tres, se dictaminó aceptar el concepto de muerte encefálica, ya que se consideró como un concepto unívoco de muerte, es decir, en cualquier condición. En caso contrario, habríamos estado sin trasplantes de órganos”, agrega el Dr. Sáez.