Su trayectoria está igualmente ligada a la historia reciente del Departamento de Ciencias Neurológicas Oriente y del Hospital del Salvador, donde se desempeñó desde 1971 y luego de un breve paso por otros recintos asistenciales del país. En abril pasado el Consejo Universitario aprobó su nombramiento como Profesor Emérito de la Facultad de Medicina y, a los 86 años, hace un balance de lo que fue su trayectoria académica sin romantizar las precariedades superadas y sin sobreestimar el resultado de su trabajo; sólo deseando contar con más tiempo para seguir investigando.
“Estos son premios a la antigüedad”, dice. “Lo que me parece curioso y poco práctico es que uno tiene que haber renunciado a la universidad para que le den este nombramiento, en vez de aprovechar a la gente que tiene un poco más de experiencia. Es una contradicción”. Y aunque confiesa que “no, no quiero irme a otra universidad, ya estoy viejo y estoy escribiendo leseras que se me ocurren porque uno, además de hacer sus cosas, a veces piensa”, también responde que, si pudiera, seguiría trabajando en la línea de Creutzfeldt Jakob: “Es que el tema es muy interesante, es una enfermedad por priones o proteínas mal formadas por el mismo sujeto, no existe ninguna otra que tenga eso; por lo menos, no que sepamos. Los priones son un tema apasionante”. Porque “cuando uno se mete a investigar no le importa un rábano nada; sólo lo que anda buscando. Si uno está pensando en cómo obtener beneficios con lo que hace, está perdido”.
“Estoy presente y está presente la Universidad de Chile”
El primer hito que destaca de su carrera es la vinculación entre la infección por el Virus Linfotrópico Humano tipo I (HTLV-1) y serias patologías que podrían reducirse progresivamente si se realizara un tamizaje en las mujeres embarazadas. El especialista explica que el virus estaría asociado a los pueblos originarios, con una prevalencia que en la población general fluctuaría entre el 0,75% y 1%, cifra que entre los descendientes de los primeros habitantes variaría entre el 1% y 9%.
Por ello, en Chile habría entre 100.000 y 150.000 portadores de HTLV-1, de los cuales solo el 1% estaría enfermo. La mayoría de ellos sufre paraparesia espástica progresiva, pero también pueden verse afectados por linfomas y otras enfermedades. “Tengo trayectoria trabajando en esto desde que era becado, porque encontraba que las explicaciones o interpretaciones que le daban los más viejos no correspondían a la realidad que yo veía; siempre me quedó eso, fui juntando casos de paraparesia espástica a través de mucho tiempo, y cuando tuvimos la oportunidad de mandar las muestras a Estados Unidos demostramos con fisiopatología que más del 50% de esas paraparesias tenían el virus, que afecta a la médula espinal. No sabe lo que me costó que implementaran en los bancos de sangre el examen de HTLV-1, pero no logré que se estableciera para todas las madres, de manera de determinar si son o no portadoras del virus, ya que esto evitaría que lo transmitieran de manera vertical a sus hijos a través de la lactancia”, explica el neurólogo. “Y no se va a detener mientras no haya un programa de pesquisa, así como hicieron con el Virus de Inmunodeficiencia Humana. El HTLV-1 también es un retrovirus; de hecho es el primero que descubrieron, el VIH es el HTLV-3, lo que pasa es que es menos sintomático”.
Respecto de la enfermedad de Creutzfeldt Jakob, el doctor Cartier explica que nuestro país tiene la prevalencia más alta: “Si en el mundo es uno por millón, en Chile se mueren cuatro personas al año por millón de habitantes, con el agravante de que hay formas familiares; en todo el planeta aproximadamente el 10% de los casos viene de formas familiares, pero en nuestro país es más del 30%. No se sabe por qué, hay que estudiarlo, instalar sistemas, se deberían hacer seguimientos por muchos años para establecer una norma y una idea. Habíamos empezado a establecer relaciones con un grupo de Edimburgo que trabajan en esto, pero yo ya salí de la universidad”.
¿Cómo fue su labor en términos de formación de especialistas?
Dirigí varias tesis de magíster en Neurociencia y de doctorado, entre otros del doctor Renato Verdugo. Creo que ese entusiasmo es individual, del gusto de cada uno, porque es muy difícil orientar a alguien a un tema si es que eso no lo interesa. Hubo otro colega que comenzó trabajando con nosotros y terminó haciendo su tesis en el área vascular; la gente no se mantiene en un tema si no lo entusiasma. Felizmente conseguimos financiamiento mediante varios concursos, todo el trabajo consistió en pensar y en hacer proyectos que fueran asequibles para encaminarnos en lo que estábamos pensando. Con poco se puede hacer mucho si uno piensa bien las cosas, si no se malgasta. Todas las cosas que hicimos son primariamente originales nuestras. No inventamos la pólvora, pero el trabajo de mucho tiempo se fue consolidando en más de 200 publicaciones que fueron dejando un parámetro que fue significativo para el país; estoy recibiendo todo el tiempo llamadas de grupos extranjeros que están interesados, que me invitan, que se están comunicando. Estoy presente y está presente la Universidad de Chile, es ese entorno especial que se creó y que logró esas comunicaciones, que son significativas.
De su laboratorio de Neuropatología inaugurado el 2012 dice que está cerrado, porque “no hay nadie que lo haga… neuropatólogos no hay. Ahora la resonancia magnética contribuye mucho, pero la histología, la intimidad que significa ver la neurona no es comparable, aunque parezca una cosa sobrepasada, porque todo lo moderno aparece más atractivo. La neuropatología sigue siendo importante y no hay nadie que la haga. Esos caminos están sellados”.
¿Cómo debería ser la formación de quien pudiera sucederlo?
Debería ser como la que tuve yo, primero clínica para saber neurología y después meterse en la anatomía patológica o neuropatología. Pero tiene que haber alguien que a uno lo oriente; después de hacer la especialidad en Chile yo me formé en Neurología y Neuropatología en la Universidad de París aunque allá no aprendí de Creutzfeldt Jakob porque no hay, eso lo vi aquí. El modo de mirar, estar arriba del microscopio las ocho horas que se trabajan, eso tiene que ser así; si no, uno pierde la finura.
¿Entonces usted es uno de los últimos neuropatólogos?
Je,je. Debe haber más, pero una cosa es saber de tumores y otra es la histología clínico patológica que indica enfermedad, que requiere otro modo de ver. Los tumores se notan solos; en esto otro uno tiene que mirar de verdad.