“Tengo la camiseta muy puesta porque estudié en la Universidad de Chile hace demasiados años y el chuncho no me lo quita nadie; lo que me importa es que la Facultad de Medicina crezca y se desarrolle”, dice el doctor Cassorla, a propósito de este premio. Y es que cree que estos homenajes, más que a una persona, relevan al equipo tras las contribuciones y avances, así como a la institución que los albergó y los hizo posibles.
La European Society for Paediatric Endocrinology, ESPE, es la más grande a nivel mundial en la especialidad, incluyendo a los países del área oriental y de la cuenca del Mediterráneo, como Israel y Egipto. Por ello, a sus cursos asisten cada año alrededor de 4.000 personas, siendo el recién pasado el primer encuentro para retomar la presencialidad luego de la pandemia. En cada una de estas ocasiones entrega diversos premios, tales como el “Dr. Andrea Prader”, que se otorga a investigadores de las naciones que la conforman; pero también distingue a académicos de otras partes del mundo, ya sea por su práctica clínica y docente –que recibió la doctora Verónica Mericq, también del Idimi, el 2021- o por sus aportes científicos a la disciplina, como es el International Research Award entregado al doctor Fernando Cassorla este año, “y que sólo han dado a un latinoamericano más, de Brasil, en la última década”, comenta. “Tiene cierto mérito y no es habitual que sociedades internacionales tan grandes como esta destaquen a colegas de países como los nuestros. Es el premio más importante que he recibido en mi vida, honra a la Facultad de Medicina porque soy parte de un equipo, con gente joven que está desarrollando autonomía y a los que he podido apoyar para que crezcan en sus carreras, porque es parte de nuestro trabajo”.
En la oportunidad, el académico dictó la conferencia “Relato de un viaje científico: desde el mundo desarrollado al mundo en desarrollo”, recordando lo que fue su trabajo por 15 años como parte del National Institutes of Health, en Estados Unidos, para luego regresar a Chile a integrarse al Idimi, donde hoy dirige su Programa de Endocrinología Infantil. “Es difícil resumir 40 años de carrera, por eso elegí dos temas en los que he trabajado; el primero, respecto a las investigaciones orientadas a comprender mejor la fisiología normal del sistema endocrino pediátrico, que parece algo que todos deberíamos conocer pero no siempre es así, porque es difícil hacer estudios en niños, sobre todo sanos. Esos aportes los hice fundamentalmente durante mi estadía en el NIH, que tiene un programa de voluntarios completamente aprobado y con todas las regulaciones sanitarias y éticas”.
La segunda parte de su conferencia la tituló “Cuestionando mitos”, en la cual dio a conocer algunas de las investigaciones orientadas a derribar informaciones basadas en proyectos que no se hicieron en base a los protocolos estandarizados a nivel mundial, no controlados, y que sin embargo sus resultados se difunden como si lo fueran, “planteando posibles tratamientos que no son realmente válidos, y eso es importante para que no sometamos a los niños a terapias que podrían no ser útiles”. Y es que, añade, “cuestionar mitos en nuestra especialidad es algo que hemos podido hacer acá en Chile, en el Idimi, con estudios muy bien controlados que no son habituales porque es algo muy difícil de hacer en pediatría. Por ejemplo, ahora estamos haciendo uno en niños de entre seis y siete años, para probar un fármaco que estimula la producción de hormona del crecimiento; tienen que firmar un acta de asentimiento y sus padres una de consentimiento de acuerdo a lo que nos ha pedido el Comité de Ética de Investigación en Seres Humanos”.
“Es lo que la Facultad de Medicina nos pide”
Además, señala que la distinción, que recibió de manos de la doctora Anita Hokken-Koelega, secretaria general de la ESPE, también valora la formación de discípulos en el ámbito de la endocrinología pediátrica, que superan los 55 a lo largo de su carrera; “en Estados Unidos tuve la suerte de trabajar muchos años en el NIH y con bastante éxito, ahí pude desarrollar una especie de escuela en la que formé a varios investigadores y todavía se acuerdan de mí, lo que es muy gratificante, y para qué decir en Chile”.
“Los gringos no me entendían cuando me vine, pero a mí siempre me quedó la idea que hacer un aporte en mi país iba a ser algo importante y así ha sido; con la ayuda de muchos, hemos ido incorporando gente que ahora es parte de nuestro equipo, que tienen su propio protagonismo, porque ese es el camino que la Facultad de Medicina nos pide, que hagamos buena docencia y buena investigación. Si no hubiera existido este nicho habría sido muy difícil desarrollar mi carrera, y por eso yo le agradezco a quienes lo iniciaron, como fue primero el doctor Francisco Beas, creador del Idimi, y luego el doctor Luigi Devoto. Uno sigue un camino que ha sido pavimentado por otros y que uno sigue pavimentando para los que vienen; si uno no tiene una pirámide etaria más o menos sana de gente que sigue esto se muere”.