El encuentro se realizó entre el 23 y 26 de octubre de 2022 y en su comité organizador la doctora Cortés fue la única investigadora proveniente del continente, pues el resto del panel estuvo integrado por académicos europeos, norteamericanos y africanos. “Se realiza de forma bianual, siempre en Glasgow y en esta ocasión se cumplían 30 años desde sus inicios. Me invitaron a ser parte de este equipo, lo cual fue muy interesante porque pude plantear la necesidad de dar a conocer la realidad que se vive en América Latina respecto del manejo del VIH”, explicó la investigadora, quien también integra el grupo interdisciplinario de trabajo Center for HIV/AIDS Integral Research, CHAIR, de nuestro plantel.
Entonces, añade, “surgió la posibilidad de hacer una sesión amplia, a la que asistieron más de 2000 personas, sobre las dificultades que surgen en este ámbito. Entonces se habló de la situación que genera la guerra en Ucrania, desplazando a miles de personas; de los refugiados sirios; de cómo distintas infecciones –como el ébola- afectan el tratamiento de esta patología en África y a mí me pidieron que expusiera sobre la situación en nuestro continente”.
Así, dictó la conferencia “Población en movimiento y acceso a la atención: ejemplos de América Latina”. “En general en el mundo del VIH seguimos bastante la normativa y recomendaciones estadounidenses; con Europa somos un poco más lejanos y saben menos de nosotros como región, ellos están más cercanos a África. Les conté que somos una región muy desigual, pues la riqueza está muy mal distribuida, lo que provoca inequidad al interior de sus países y entre ellos. De esta forma está Haití, donde una persona sobrevive con dos dólares diarios, y Chile en cambio que está considerado por el Banco Mundial como un país de altos ingresos, por lo que quedamos fuera de todo tipo de apoyos internacionales para el manejo del VIH, aunque no contamos con los recursos para ser autosustentables en términos de investigación y manejo del VIH. Eso genera que seamos una de las pocas regiones donde el número de personas viviendo con VIH aumentó un 5% desde el 2010”.
En ese sentido, agrega, “la migración es un factor determinante, porque de hecho el VIH en sí mismo es un motivo para migrar, particularmente desde países donde el acceso a terapias es deficiente. Pero también llegan provenientes de lugares donde por pobreza, inseguridad e inestabilidad social su nivel sanitario es muy bajo, por lo que además tienen muchas otras enfermedades, y acá recién se diagnostican. La gente migra porque lo está pasando muy mal y muchas veces llegan luego de semanas caminando, atravesando territorios complejos, enfrentando explotación sexual, pobreza, violencia, enfermedades tropicales que se pueden contagiar en el camino, dificultades para alimentarse y sin acceso a agua potable; por eso habitualmente están bien enfermos, sin sus vacunas en el caso de los niños, con problemas nutricionales. Es una situación bien compleja en la que nosotros como médicos tenemos que tener una mirada acogedora e integral de estas personas que están enfermas y además lejos de su familia, sin red de apoyo y con barreras idiomáticas y culturales bien importantes en algunos casos. El mensaje más importante fue trabajar desde la empatía y contando con pocos recursos, porque eso es lo que ocurre en países como el nuestro, donde no tenemos apoyo internacional relevante, entonces nos hacemos cargo de pacientes con diferentes patologías, no solamente VIH, sin tener los medios como para eso”.
- ¿Eso implica, además, la necesidad de actualizarse en patologías que no son habituales en Chile?
- Claro, porque tenemos una educación médica que no está habituada a enfermedades que están últimas en la lista porque son infrecuentes. En ese sentido, voy a dictar un curso por Medichi enfocado en salud en migrantes, dedicado a patologías que son más frecuentes en sus países de origen. Por ejemplo, los dermatólogos no están habituados a tratar a personas de piel negra y en ellos las lesiones son distintas, hay que prepararse para eso; también hay enfermedades que son de asociación genética casi inexistentes en población no afrodescendiente, y hemos tenido una migración para la que tenemos que entrenarnos. Además, una cosa es que el médico no diagnostique alguna enfermedad porque no lo sospeche debido a que es infrecuente en el país y otra es que no tenemos los test diagnósticos para esas patologías.
Dada su experiencia en este congreso la doctora Cortés –quien en el 2020 fue electa miembro del Consejo General de la International AIDS Society- señala que “hay interés por lo que pasa en América Latina en términos de manejo de VIH, por lo que tenemos que ser capaces de pararnos y tener una voz un poco más fuerte. Es mi aprendizaje y mi misión personal; dar a conocer lo que pasa en nuestra región y en Chile, porque nosotros además de la migración tenemos mucha más población trans; además, somos el continente con más violencia, feminicidios y maltrato hacia la mujer. Mi mensaje era mostrar esto, porque necesitamos que lo sepan y que trabajemos juntos para combatirlo”.
- ¿Entonces por qué estamos tan invisibilizados a nivel mundial?
- Porque somos pocos, América Latina es el 8% de la población del mundo; y del total de personas viviendo con VIH en el mundo solo el 6% son latinos, pero siguen siendo 2,5 millones de personas. Uno de los puntos que más impactó de mi presentación fue un metaanálisis que mostré, un gran estudio con más de 5000 publicaciones sobre migración y VIH, de los cuales sólo uno era de un autor latinoamericano, porque el costo de publicar en las revistas indexadas es altísimo, de entre 1600 y 3000 dólares. Según el Banco Mundial Chile es un país de altos ingresos, por lo tanto no tenemos beneficios como los tienen las naciones africanas en ese sentido, que no les cobran para publicar, mientras que a nosotros sí. Eso nos pone una barrera gigante, no tenemos acceso a contar nuestra realidad científica: esa es mi batalla personal, que a nuestros países no los miren con los ojos del Banco Mundial.