Él, junto a las profesoras Claudia Collado y Daniela Castillo –quienes aún están en Edimburgo-, formaron parte de la iniciativa institucional abocada a la formación de capital humano avanzado puesta en marcha durante el decanato del doctor Manuel Kukuljan, orientada a potenciar las disciplinas de la salud y que, además, contaron con el apoyo de Becas ANID.
Así, cuenta que desde que egresó en el 2013 de la Escuela de Enfermería de nuestro plantel siempre tuvo interés en volver a la enseñanza, a lo cual pudo dedicarse a tiempo completo desde el 2017. Con el apoyo de su familia y del cuerpo académico del departamento disciplinar, postuló al programa de la Facultad de Medicina y, luego de sortear una serie de entrevistas, quedó seleccionado para hacer esta formación en el extranjero. “Este apoyo incluyó la posibilidad de formarme en inglés, por lo que lo hice y pude rendir el test IELTS y me fue muy bien”.
Paralelamente debió decidir a qué universidad postularía, y luego de tener conversaciones con distintas instituciones como Cardiff, Glasgow y Nottingham, quedó aceptado en la de Edimburgo, que está entre las 20 más prestigiosas del mundo según el ranking QS, donde también fueron admitidas las profesoras Collado y Castillo.
Ingresaron al programa “Estudios de Enfermería” impartido por la Facultad de Salud en Ciencias Sociales de esa universidad que comprende, en un plazo de tres a cuatro años, un esquema de estudios de alto nivel, flexible y personalizado según los enfoques y requerimientos de cada propuesta investigativa.
Del ideal a lo real
Su proyecto de investigación de tesis doctoral se desarrolló en su interés por ahondar en cómo se produce el aprendizaje en los estudiantes, “basado en mi experiencia clínica y docente”; particularmente pasando desde la formación disciplinar a la asistencial. Para su proyecto de tesis “(Re) Constructing the experiential continuum. A focused ethnography at the profesional socialization of chilean nursing students”, supervisado por las enfermeras Sarah Rhynas y Susanne Kean, ambas con grado de doctor, “siempre me interesó saber cómo es que los estudiantes aprenden el rol profesional y cómo transitan desde la universidad, donde aprenden el rol “ideal” de la profesión hacia el mundo real de la práctica clínica, y qué es lo que pasa ahí, porque los alumnos muchas veces están llenos de expectativas y entran a un circuito de práctica donde quizás esas ideas se ven quebrantados, en servicios donde puede haber limitación de recursos, rutinas difíciles o problemas interprofesionales”.
Desgraciadamente, la implementación de su proyecto entre estudiantes chilenos debió superar dos grandes limitantes: el estallido social y la pandemia. “Yo estaba desde septiembre de 2019 en Chile recolectando información y ese proceso se vio truncado, tuve que volver a Edimburgo, y en febrero de 2020 intenté nuevamente poner en marcha el estudio con estudiantes de acá, y en menos de un mes llegó la crisis sanitaria. Estuve hasta junio de ese año, y retorné a Europa a repensar el proyecto, buscando metodologías remotas. Así seguimos, trabajando mediante audio-diarios y entrevistas online, que me permitieron seguir en contacto con los alumnos de quinto año y recopilar sus experiencias; y al final fue bonito porque fue muy humano, tuvo crisis inesperadas tal cual como es la vida, y recibí mucho apoyo tanto del cuerpo académico del departamento como de mis supervisoras en Edimburgo. Así fue que pude defender la tesis el 3 de abril; pese a las limitantes, fue un trabajo riguroso, que arrojó datos y análisis que creo que van a ser muy importantes”.
Aprendizaje condicionado por el pasado y el futuro
El estudio es una investigación cualitativa, que mediante los principios de la etnografía explora la cultura de los estudiantes, cómo se desarrolla el aprendizaje desde dentro, cómo desarrollan las experiencias significativas de aprendizaje. Así, trabajó con 15 alumnos ubicados en diferentes prácticas clínicas y talleres además de sus clases, “y yo me sumergí en sus vidas, compartí con ellos y fui uno más de sus grupos. Fue muy interesante, porque pude ser parte de su día a día, de sus conversaciones con sus tutores, de sus problemáticas emergentes, y ellos me contaban con mucha transparencia sus aprendizajes y sus dificultades; primero, durante el poco tiempo que pudimos hacerlo de manera presencial y luego de forma telemática. Y con el análisis que pude hacer de sus experiencias mediante la observación y los audio-diarios armé un ciclo de entrevistas en línea, para profundizar en su aprendizaje de forma más detallada. Todo eso lo procesé mediante un software de análisis cualitativo, con el que codifiqué y establecí un sistema de categorías que me permitió comprender cómo es que ellos desarrollan aprendizajes significativos en la universidad”.
Uno de los ángulos que pudo observar, dice el profesor Faúndez, “tiene que ver con que los estudiantes interactúan de manera muy importante con sus experiencias del pasado y con las del futuro, las que proyectan. Eso me hizo sumergirme en el mundo de la psicología cognitiva, para comprender lo que se llama simulación mental del futuro, y ahí emergieron teorías que integré en mi trabajo para comprender cómo los alumnos usan los recursos que traen del pasado para simular el futuro, y usar eso como punto de referencia para su aprendizaje. Eso redundó en la categoría principal de mi análisis, como es el continuo experiencial de los estudiantes, en base a lo que propone el filósofo John Dewey, que señala que toda experiencia del pasado vive en el presente y condiciona las del futuro, por lo tanto la experiencia humana no puede ser entendida en forma fragmentada. Me basé en esa idea para explicar cómo el aprendizaje toma lugar, pues no se puede ver una experiencia del presente aislada del pasado y del futuro; eso enriqueció mucho mi trabajo, pensando en cómo el futuro debiera ser incorporado dentro de nuestras perspectivas pedagógicas y educativas. Desde distintas ciencias se ha establecido que el cerebro es un órgano de predicción de futuro, no solamente para recopilar experiencias del pasado”.
Otra categoría importante, señala, tiene relación con cómo el aprendizaje está altamente condicionado por las estructuras sociales, elementos del contexto que pueden influir en las decisiones que los alumnos toman. “Por ejemplo, me di cuenta que ser estudiante, en sí mismo, puede ser una estructura social per se que condiciona el aprendizaje y que muta en el tiempo cuando pasan a ser internos, a una categoría que les da mayor autonomía; lo mismo cuando ya son profesionales. O el pertenecer a cierta universidad y no a otra”.
¿Cómo incidió en su investigación el hecho de que usted fuera, hasta hace pocos años, estudiante también?
En la investigación cualitativa en particular hay un concepto muy importante que es la reflexividad, o la capacidad de pensar en uno mismo como un objeto de análisis; tener autoconciencia o pensamiento reflexivo. Esta investigación estuvo teñida de eso, porque soy un enfermero investigando enfermería, de lo cual debí estar consciente para no dar por sentados fenómenos que tengo normalizados por ser enfermero. No busco sacarme del proceso, sino ver cómo lo afecto. Pero, eventualmente, ser enfermero y recientemente estudiante, lo consideré un insumo analítico y un facilitador del proceso investigativo. Me ayudó a empatizar con los participantes desde un punto de vista experiencial, y me permitió también autoconocerme en el proceso.
¿Le tocó enfrentar, a través de los estudiantes, situaciones reñidas con el deber ser profesional?
Tocaron varias, algunas de las cuales que se podrían explicar porque son prácticas internalizadas que se realizan de manera inconsciente, en entornos de culturas institucionales, o que vienen de la idealización de la profesión, donde el enfermero tiene que ser un héroe que no tiene necesidad de descansar o comer. Salieron muchas reflexiones acerca de qué tan ideal es la profesión que enseñamos versus los recursos que existen en la práctica para llevar a cabo esa imagen. Debemos reflexionar acerca de cuáles son los factores que hacen que la enfermería ideal no pueda ser aplicada y los caminos que hay que transitar para llegar a una profesión que sea más humanizada, centrada en el individuo y que al mismo tiempo no “queme” a nuestros profesionales o estudiantes.
En ese mismo sentido, señala el profesor Faúndez, “una de las conclusiones de mi tesis es que cuando el estudiante se enfrenta a disonancias cognitivas o afectivas -o una disyunción, en palabras del teórico del aprendizaje Peter Jarvis-, frente a una situación es entonces cuando su aprendizaje tiende a ser más significativo. Cuando tienen una incongruencia entre su expectativa de realidad y su experiencia de ella, desarrollan aprendizajes más valiosos y más duraderos. Tenemos que estar atentos a esas disonancias porque son oportunidades de aprendizaje; el alumno termina aprendiendo el rol profesional hasta mediado por experiencias que consideraron incorrectas. Y eso se conecta con el concepto de futuro, lo que el estudiante quiere o no para su desempeño profesional”.
Por último, el ahora doctor finaliza refiriéndose a lo que fue su experiencia formativa en Edimburgo como un aprendizaje multidimensional, que le proporcionó las bases y las herramientas para desarrollar investigación y para fomentar su realización en nuestro plantel, comprendiendo desde otra perspectiva el rigor académico, sin descuidar el crecimiento personal, “pues con mi pareja fuimos padres allá y contamos siempre con el respaldo de la Universidad de Edimburgo para seguir adelante con el proyecto y con mis estudios. Por todo lo anterior, estoy profundamente agradecido de Dios por el apoyo recibido y por cómo esta experiencia trajo aprendizajes que trascienden lo solamente académico”.