Al recibir la distinción –que lleva el nombre de uno de los fundadores de la correspondiente sociedad- el doctor Melo siente que recibió también otro honor: el cariño y el reconocimiento de colegas de distintas generaciones que han compartido con él su camino de formación académica y asistencial.
“Mi sorpresa fue al término de la de la ceremonia en donde muchos colegas, jóvenes algunos y otros más mayores que habían pasado como residentes bajo el programa que yo dirijo, se acercaron a saludarme. Eso fue algo tremendamente significativo, porque los cirujanos en general somos de personalidades más o menos estrictas. Entonces el sentir el saludo de todos ellos fue muy significativo”, recuerda.
Respecto del premio, el doctor Melo señala que “se otorga en base a el aporte que se ha hecho a la especialidad, a la misma Sociedad de Neurocirugía de Chile y a la formación de muchos neurocirujanos; entonces, es un reconocimiento que también va a la institución que ha entregado dicha formación. La Universidad de Chile ha sido el alero de muchos neurocirujanos de este país; después surgieron otras, pero la gran mayoría, así como las subespecializaciones, siguen teniendo origen en nuestra facultad”.
Trabajo en equipo
Con una vida profesional de 38 años dedicada a nuestra casa de estudios y al Instituto de Neurocirugía Dr. Alfonso Asenjo, el doctor Rómulo Melo cree que uno de los hechos de mayor peso para ser electo para esta distinción, “es un cambio que hicimos hace ya muchos años en la neurocirugía chilena. El neurocirujano antiguo era un especialista que trataba de todo: problemas a la columnas, tumores. En 1994 planteamos a la dirección del instituto que para seguir avanzando se debían formar equipos de trabajo; o sea, que debería existir la subespecialización, idea que ya era una tendencia en otros países”.
Pese a las primeras resistencias “por idiosincrasia”, recuerda que obtuvieron el apoyo de las autoridades respectivas, “y el primer equipo que se formó fue el de nervios periféricos, en el que demostramos en pocos años que mejoraban los resultados clínicos y, además, permitía facilitar la transmisión de conocimiento a las nuevas generaciones”.
Así, añade, “y siempre bajo el alero de la Universidad de Chile, contribuimos a que se formaran otros equipos, como fue el de neurocirugía vascular que lidera hasta ahora el doctor Jorge Mura; después el de cirugía de hipófisis que lidera el doctor David Rojas, otro para columna y ahora ya se está hablando de grupos para cirugía de epilepsia y para otras áreas de la neurocirugía. Creo que esta forma de trabajo fue un gran un gran aporte a la neurocirugía global”.
En ese sentido, explica que “yo me desarrollé en cirugía de nervio periférico y hemos contribuido a la formación de residentes no sólo de nuestra facultad sino que rotan también con nosotros becarios de las universidades Católica y de Santiago, y estamos abiertos a recibir gente de diferentes lugares”.
Eso, sin olvidar además lo que ha sido su labor en la Sociedad de Neurocirugía; “he trabajado a cargo de la tesorería por mucho tiempo, así como he contribuido a la organización de muchos de muchos congresos, lo mismo que en la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía, Sonepsyn”.
En su experiencia, ¿cuáles son las tendencias en desarrollo en su especialidad?
Una de las grandes cosas que probablemente van a ocurrir en los próximos años en la neurocirugía es el avance de la tecnología de la robótica y de la neurocirugía virtual, mediante el apoyo y la incorporación de imágenes en modo de realidad virtual. Además, la identificación de alteraciones genéticas y moleculares en tumores, que probablemente va a significar un cambio en las terapias actuales, en la medida de que tengamos el conocimiento. Hoy en día ya tenemos marcadores moleculares que nos permiten determinar subtipos de tumores y así dar tratamientos más dirigidos, donde podemos ya prever mejores resultados. Esas son dos áreas que se van a desarrollar mucho.
¿Y en términos académicos, qué percibe como desafíos?
Nosotros como Facultad de Medicina tenemos una verdadera simbiosis con el Instituto de Neurocirugía, hemos trabajado a la par desde hace muchísimos años con límites que a veces no se distingue hasta dónde llega la universidad y hasta dónde el instituto, lo cual es muy bueno para la formación de nuestros especialistas. Está el gran proyecto del Ministerio de Salud para hacer un nuevo instituto, ubicado donde está el actual Hospital Salvador: ese es un gran desafío en donde como universidad debemos estar presentes y a la altura. Esperamos que haya una inversión de recursos, aunque siempre escasean, para poder continuar en esta unión de servicio de salud y Universidad de Chile, porque al final somos uno solo.
En segundo término, finaliza, “está la renovación de nuestros cuerpos académicos. Los jóvenes son el futuro, y tener un nuevo académico no es simplemente darle un cargo; hay formarlo con todo lo que implica a través de los años, porque no basta con que tenga una especialidad clínica y quirúrgica, no basta con saber operar bien. Entregar el conocimiento necesario requiere un periodo de formación y de una serie de otras habilidades docentes y de investigación. Nosotros estamos trabajando en ello, encantando de alguna manera a las nuevas generaciones para que tengan interés en lo académico, pese a que debemos competir con que los recursos son limitados y, por lo mismo, son tentados por otras áreas para desarrollarse”.