Actualmente, los desafíos sanitarios, tanto globales como locales, exigen estrategias cimentadas en el conocimiento científico, la transdisciplinariedad y el uso inteligente de la tecnología.
Para reflexionar sobre el rol de la investigación e innovación en el fortalecimiento de la salud pública, y acerca de las estrategias a implementar para generar respuestas efectivas y sostenibles frente a los retos presentes y futuros, el 11 de noviembre el Senado Universitario y Radio Universidad de Chile organizaron una nueva edición del foro radial Hablemos TodUs titulada “Ciencia en acción: innovación y salud pública”.
Participaron como panelistas Begoña Yarza Sáez, directora del Instituto Nacional del Tórax y exministra de Salud; Miguel O'Ryan Gallardo, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, y Leonardo Basso Sotz, Senador Universitario y director del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI). Condujo el periodista Patricio López, director de Radio Universidad de Chile.
Hace algunas semanas The Lancet ID, prestigiosa revista científica sobre enfermedades infecciosas, destacó en su portada el artículo realizado, entre otros especialistas, por los profesores Basso y O’Ryan, que explica la efectividad del medicamento Nirsevimab en Chile durante la primera temporada de una estrategia nacional de inmunización contra el virus sincicial respiratorio en lactantes.
La investigación reveló que en 2024 las hospitalizaciones pediátricas por este virus se redujeron en un 80% gracias a la estrategia implementada por el Ministerio de Salud (MINSAL). Este trabajo transdisciplinario nació en la U. de Chile, que elaboró información basada en ciencia de altísima calidad, lo que convenció a las autoridades de que era una inversión razonable.
A través de esta —y muchísimas otras experiencias— Chile ha demostrado capacidad para innovar desde la academia y el sistema público, sin embargo, esas innovaciones no siempre se mantienen en el tiempo.
Según la doctora Begoña Yarza, “a Chile le falta una agencia de evaluación de tecnología sanitaria, un lugar donde se encuentren la academia, los operadores de la salud y la industria de forma sistemática, para pensar en el país que estamos construyendo. Necesitamos una agencia que aporte evidencia al sistema sanitario, que evalúe la innovación, y que aborde temas de calidad”.
Por su parte, el Senador Leonardo Basso explicó que hay financiamiento para la ciencia por curiosidad —a través de proyectos más bien pequeños y quizás individuales— y también para proyectos más grandes. Es ahí, profundizó, donde el Estado debiese encontrar formas más específicas de apuntar a sus temas estratégicos, dándole más dirección a este tipo de investigación.
“Debiese haber ciertos fondos permanentes y provenientes desde ministerios sectoriales que permitan financiar investigación de interés. Si eso viniese desde el MINSAL el trabajo basado en evidencia sería permanente. En ese sentido, yo me imagino departamentos de investigación al interior de los ministerios”, propuso.
Según el decano doctor Miguel O’ Ryan, hubiese sido deseable que el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, jugara un rol más decidor. Si bien ha hecho cosas, argumentó, es necesario que sea un articulador que desarrolle, por ejemplo, la actividad de una agencia de un modo un poco más sistemático y no tan esporádico, como ha ocurrido hasta ahora.
“Lo ocurrido con el virus sincicial fue una iniciativa espontánea que surgió de un grupo de académicos, a la cual se sumaron muchos actores, especialmente el MINSAL y todo su equipo. Uno esperaría que pudiéramos crear la infraestructura necesaria para que desarrollar iniciativas de investigación pensadas en objetivos sea una constante y nutra el ecosistema nacional. Lamentablemente, no se escucha nada de esto en las candidaturas presidenciales”, aseveró.
Listas de espera
La exministra se refirió a la aplicación de iniciativas innovadoras y nuevas tecnologías para reducir las listas de espera. Entre 2016 y 2017, comentó, —cuando dirigía el Hospital Dr. Exequiel González Cortés— trabajó junto a un grupo de ingenieros de la Universidad en una propuesta de priorización de las listas de espera mediante un software, que posteriormente se replicó en el instituto de Neurocirugía.
“En el hospital hasta el día de hoy las personas se ordenan por tiempos máximos de espera —se establece una fecha que asegure que la enfermedad no empeore—. Considerando que ya existen experiencias chilenas, creo que debemos explorar esta iniciativa, que permita al paciente tener una fecha clara de atención, sea transparente, trabaje sobre la base de condiciones sanitarias, y no sea arbitraria. Yo creo que esto sí se puede implementar a nivel nacional”, concluyó.