El estudio, titulado “Protective role of n-acetylcisteine from cisplatin induced ototoxicity in patients with head and neck cancer. A randomized placebo controlled clinical trial”, fue presentado en el VI Congreso Mundial de la Federación Internacional de Sociedades de Oncología de Cabeza y Cuello realizado recientemente en Buenos Aires, Argentina, y recibió la distinción como el mejor trabajo clínico dado a conocer en dicho encuentro. El doctor Daniel Muñoz, quien además de la especialidad cuenta con el grado de Magíster en Bioestadística otorgado también por la Universidad de Chile, explica que todo partió de ver el alto número de pacientes con cáncer de cabeza y cuello que atiende su recinto asistencial, alrededor de 60 al año. “Parte de nuestra investigación respaldó la alta prevalencia de este efecto secundario: en el mundo, la sordera secundaria a tratamiento por cisplatino puede llegar hasta un 90% de este tipo de casos; en nuestro hospital alcanza al 73%. Es irreversible, porque mata las células cocleares del oído, que no se regeneran”.
De esta forma, junto a los doctores Felipe Cardemil, Andrés Readi y José Miguel Contreras –también del Departamento de Otorrinolaringología del HSJD- crearon un protocolo para la administración de la N-Acetilcisteína a pacientes que iniciaran tratamiento oncológico con cisplatino para su cáncer de cabeza y cuello, “pues existe evidencia internacional referida a que efectivamente tiene un rol protector de otros órganos frente a la misma terapia, como es el riñón, por ejemplo”.
Se usa en jarabes para la tos
La N-Acetilcisteína o NAC, es un aminoácido de propiedades antioxidantes y de amplio uso en jarabes para la tos por sus funciones mucolíticas; además, también es efectivo en caso de intoxicaciones por aspirina. En su investigación, el doctor Muñoz armó dos grupos de 20 pacientes cada uno, de los cuales uno efectivamente recibió la intervención y otro funcionó como control. “Fueron ingresando a medida que recibían su diagnóstico de cáncer, y excluimos a quienes vinieran ya con hipoacusia severa; es decir, con una pérdida de audición mayor a 70 decibeles”, añadió.
A los participantes se les aplicaron tres audiometrías de alta frecuencia: la primera, antes de iniciar su quimio y radioterapia; la segunda, al mes de avanzado el tratamiento y la última, tres meses después de terminado, que suele durar siete semanas. En paralelo, una semana antes de iniciar su terapia debieron ingerir diariamente una solución oral de 1200 milígramos de NAC, por siete días, dosis que al comenzar el tratamiento se dejó en 600 mg al día y se mantuvo así hasta finalizar todo el proceso.
“Dentro de los resultados principales determinamos que si bien la hipoacusia causada por cisplatino aparece en la misma frecuencia en los dos grupos estudiados, la magnitud o gravedad es mucho menor en el grupo intervenido con NAC, pues tuvieron al menos unos 20 o 30 decibeles menos de pérdida que el grupo control; asimismo, ese daño se demoró mucho más en aparecer, pues entre los pacientes que recibieron placebo pudimos percibir la pérdida de capacidad auditiva ya en la segunda medición –al mes de iniciado el tratamiento-, mientras que en los que recibieron NAC la hipoacusia fue detectable sólo en la tercera medición, al término de su terapia”. Es decir, no se pudo evitar la pérdida de audición, pero sí retrasar su aparición y lograr que fuera de una cuantía mucho menor.
¿El hecho de que esta sustancia ya sea de uso médico facilitaría que se pudiera establecer su administración preventiva en los protocolos oncológicos para pacientes de cáncer de cabeza y cuello?
Por supuesto. De hecho, en el mismo HSJD recibimos el interés de diferentes unidades oncológicas, pediátricas y de adultos. Y después de nuestros resultados en el congreso en Buenos Aires se nos acercaron especialistas de diferentes partes del mundo para pedir nuestra orientación para adaptar este protocolo a sus investigaciones.