Así lo explican los profesores Constanza Briceño, directora de la Escuela de Terapia Ocupacional de la Facultad de Medicina, y Diego Cifuentes, académico e integrante de la comisión de autoevaluación que realizó este proceso para la acreditación ante la WFOT. “Anteriormente ya habíamos tenido esta certificación, pero ahora debimos hacerla en base a los nuevos estándares de normas mínimas establecidas por la federación. Para ello, fuimos contactados por Sebastián Gallegos, delegado que está encargado de este proceso en el Colegio de Terapeutas Ocupacionales de Chile, por lo que establecimos un comité compuesto por los profesores María José Poblete, Joaquín Varas, Sandra Mella y Paula Soto”, añaden.
Esos nuevos estándares, agregan, establecen renovados tópicos indispensables en la formación de profesionales de esta disciplina, incorporando temas como derechos humanos y sustentabilidad medioambiental, entre otros. “Las normas mínimas establecen los estándares base que debiera cumplir cualquier programa formativo en nuestra área; en particular, para favorecer la movilidad internacional de nuestros profesionales, tanto a nivel de pre y postgrado como en el ámbito laboral. Dada nuestra trayectoria como la primera escuela de Terapia Ocupacional del país, cumplimos todos esos estándares, tales como la duración de la carrera –se pide un mínimo de tres años y en Chile todos los programas se extienden por cinco años-, o el tiempo dedicado a la formación práctica; por ejemplo, se pide como mínimo 1000 horas y nosotros tenemos más del doble. La tercera norma se refiere a los contenidos que se entregan; se espera que se utilicen las perspectivas y conocimientos generados internacionalmente de mayor importancia tanto en la Ciencia de la Ocupación como en el ejercicio de la Terapia Ocupacional, y que dentro del plan de estudios se aborden temas esenciales como sustentabilidad, medio ambiente, cultura y derechos humanos, elementos que se incorporaron con fuerza en esta actualización. Esas son las bases que debiera tener cualquier programa de formación para que los profesionales puedan transitar con facilidad en torno a los países federados”.
Por su parte, la profesora Soledad Reyes, directora de Pregrado de la Facultad de Medicina, releva que “los procesos de acreditación y certificación son estrategias cruciales para nosotros en lo referido a aseguramiento de la calidad, pues dan cuenta del cumplimiento de los planes de formación de acuerdo a los más altos estándares y en consonancia con las necesidades en atención de salud que demanda la población. Estos últimos se abordan en procesos de innovación y evolución curricular periódicos, y su adecuada ejecución se monitorea en estos procesos de certificación, que de acuerdo a la nueva ley son voluntarios –con excepción de Medicina-, lo que es muy relevante, puesto que regularmente nos sometemos a ellos de forma voluntaria y por la responsabilidad que nos cabe como institución pública en cuanto a formar a los mejores profesionales de la salud”.
Espacio para crecer
En cuanto a las posibilidades de mejora sugeridos en este proceso, el profesor Cifuentes considera que “tenemos un mayor margen de crecimiento en el ámbito de internacionalización de nuestra carrera, más allá de la movilidad estudiantil; debemos reforzar la oferta para el cuerpo académico, dado que no está coonsolidado aún como objetivo del programa”. A ello, la profesora Briceño agrega que “actualmente estamos en el proceso de acreditación de nuestro programa de magíster y nos aparece esta misma oportunidad de mejora; podemos tener más convenios en ese ámbito, debemos trabajar en reforzarlo”.
En ese sentido, los académicos destacan que la actual pandemia, lejos de ser un obstáculo, favoreció este proceso: “la internacionalización ha sido más fácil gracias a la tecnología y a la virtualidad; hemos podido participar de más encuentros e instancias tanto disciplinarias como docentes por internet, algo que sucedía mucho menos. Ha sido una oportunidad el poder hacer actividades de manera remota y podemos aprovecharlas y sistematizarlas más, ofreciendo o participando de distintos cursos a distancia, hasta que podamos avanzar en algo presencial”.
A ello, añaden que otro ámbito de crecimiento está en el mejoramiento de la infraestructura propia para el ejercicio de la profesión. “Por ejemplo, nuestro taller de ortótica necesita remodelaciones; también debemos mejorar nuestros boxes de atención, lo que además facilitaría ahondar en el trabajo territorial local con nuestros vecinos”, dice la profesora Briceño.
El profesor Cifuentes reflexiona que “esta acreditación internacional se logró con un cuerpo académico que se ha visto reducido, porque como departamento desde hace tiempo contamos con varias jornadas menos, debido a distintos procesos; y, que dada la crisis presupuestaria que tenemos como Facultad de Medicina, tampoco se ha podido resolver. Por eso, elaborar un buen plan de desarrollo local, que conviva con los planes de nuestra institución y de la Universidad de Chile, va a ser fundamental para avanzar en materia de recursos. En infraestructura, una brecha importante que tenemos es una sala de atención pediátrica, un área donde se usan varios implementos especiales y que ahora dependemos de los campos clínicos para tener ese espacio. También una sala de entrenamiento en actividades de la vida diaria, que es una práctica emblemática de la carrera y que acá adaptamos dentro de nuestras salas”.