No se habla mucho de la afasia en la vida cotidiana; no es parte del vocabulario popular cuando hablamos de condiciones médicas. Patologías como la hipertensión arterial, la diabetes, el infarto y otros cuadros son ampliamente conocidos y comprendidos por la población general; sin embargo, condiciones tan sensibles como la incapacidad de comunicarse, quedan en silencio, postergadas y desconocidas. No obstante, los datos no mienten.
La principal causa de afasia es el Accidentes Cerebro Vascular (ACV) en el hemisferio izquierdo, en Chile ocurren aproximadamente 130 casos por cada 100 mil habitantes al año. En nuestro país la incidencia de afasia en personas con ACV se estimó en un 19,7%, lo que perjudica severamente su calidad de vida y reinserción en el entorno familiar, social y laboral. El riesgo de padecer un ACV aumenta con la edad y es mayor en hombres, puesto que ellos son más propensos a padecer enfermedades cardíacas; también existe una carga genética, por lo que si hay antecedentes familiares de ACV, aumenta la probabilidad de sufrir uno.
Existen distintos tipos de afasia que van desde trastornos leves a otros más severos; incluso algunos tipos son de tipo degenerativas. Sin embargo, la magnitud de las dificultades de comunicación resultantes dependerá directamente de la extensión del daño neurológico, de la rapidez con que se reconozcan los síntomas y con la oportunidad de la atención de salud. Pero ¿cómo se puede detectar oportunamente algo que no se conoce?
En ese sentido, la principal característica que presentan las personas con afasia es la dificultad para encontrar las palabras -denominada anomia- en el intento por decir algo o bien cambiar una palabra por otra. Esto suele acompañarse de complicación para repetir palabras y oraciones, además de una disminución en la compresión del lenguaje. Y el habla puede ser fluente –es decir, estructurando enunciados de cinco o más palabras- o no fluente, como son expresiones cortas y agramaticales, incluso reducidas a una sola palabra.
Por ello, las mayores complicaciones que presentan las personas con afasia tienen relación con la imposibilidad de comunicar sus deseos, intereses y voluntades, lo que puede generar un gran nivel de dependencia en la toma de decisiones. Esto los lleva a manifestar altos niveles de frustración y podría asociarse a que presenten mayores índices de depresión y otros cuadros de salud mental.
Además, cuando una persona está imposibilitada de comunicar verbalmente sus necesidades no sólo se complica que retorne a su actividad laboral, sino que también en el entorno familiar se genera un desajuste en las dinámicas cotidianas y de cuidados, además de un desajuste económico y en consecuencia, una diminución en los estándares de calidad de vida de todo el grupo.
Hace un par de meses, a propósito del diagnóstico de afasia de un reconocido actor, se puso sobre la palestra este concepto; los canales de televisión comenzaron a llevar a sus paneles de opinión a “expertos” para que las personas conocieran y comprendieran esta patología. Pero, lamentablemente, entre esos expertos faltaba uno esencial, como son las y los fonoaudiólogos.
Es importante destacar que cualquier trastorno de tipo afásico que presente una persona requerirá la evaluación de un fonoaudiólogo/a capacitado en el área de los trastornos de la comunicación en adultos, pues estos profesionales cuentan con las competencias para su evaluación, diagnóstico y tratamiento. Así, determinarán las directrices de la intervención y eventual rehabilitación, pues mientras más temprana sea, mejor será su pronóstico.
En el Día Mundial de la Afasia, como Departamento de Fonoaudiología queremos reiterar nuestro compromiso con las personas que padecen este trastorno y sus familias, no tan sólo poniendo a disposición nuestras competencias en su apoyo, sino que también informando, concientizando y acompañando a la comunidad en general.
Prof. Lilian Toledo
Directora Dpto. Fonoaudiología
Prof. Claudia Olivares
Académica Departamento de Fonoaudiología