Así lo explica el profesor Gonzalo Rivera, subdirector del Departamento de Kinesiología y coautor de ambos trabajos, señalando que “como cuerpo académico tenemos una enorme experiencia acumulada en el manejo de pacientes con patologías respiratorias; algunos de los miembros de nuestro departamento se desempeñan en espacios que van desde los cuidados intensivos del Hospital Clínico Universidad de Chile a unidades de rehabilitación donde diseñan e implementan tratamientos para personas con enfermedades pulmonares crónicas; todos ellos, insertos en equipos de investigación y generando material de estudio. Entonces, cuando estábamos en la fase más grave de la pandemia y empezamos a conocer las secuelas en el funcionamiento de los que se contagiaron, pensamos que había que profundizar en lo que sucedería con estos pacientes una vez terminada la etapa aguda, en cuyo caso la rehabilitación tiene un rol fundamental. Esto lo hicimos notar a la comunidad científica en marzo del 2020 a través de una carta al editor de la revista Archives of Physical Medicine and Rehabilitation, que es una de las principales en este ámbito, la cual fue rápidamente publicada, pues fue una reflexión acerca de la forma en que debíamos organizarnos para estar a la altura de las necesidades que planteen estas personas a nivel global”.
Luego de ello, añade, los profesores Rodrigo Torres-Castro y Rodrigo Núñez-Cortés, junto a equipos de académicos y estudiantes, comenzaron a trabajar en distintos estudios orientados a contribuir en términos de disponer de herramientas para la evaluación de los pacientes en esta etapa post aguda.
De esta manera, uno de los primeros trabajos exploró el impacto que tenían las secuelas de COVID-19 en las tareas cotidianas de las personas luego de la fase aguda de la condición. Así, “Evaluación de las actividades de la vida diaria en pacientes post COVID-19: una revisión sistemática”, liderado por el profesor Torres-Castro y publicado en abril de 2021, concluía que a lo largo de los trabajos revisados todos los individuos estudiados tuvieron una reducción en sus actividades de la vida diaria, más allá de la prueba o escala utilizada para medir estas capacidades, revelando un empeoramiento de la capacidad funcional durante la realización de actividades vitales y, en consecuencia, la pérdida de independencia después de la fase aguda de la infección. Al mismo tiempo, el estudio identificó también que el estado de capacidad funcional previo a la infección es crucial para predecir la gravedad de la enfermedad y la mortalidad.
Junto con estos resultados, “El trabajo se orientó a ver cuál es la mejor herramienta para evaluar las consecuencias que tiene esta enfermedad en el funcionamiento de las personas posterior a la etapa aguda, entendiendo el funcionamiento no solo cómo la patología afecta funciones o estructuras corporales, sino que también cómo se altera la capacidad de desempeñarse en las actividades de la vida diaria y la participación, por ejemplo, en los distintos roles que tenemos en nuestra familia y en la sociedad. En ese sentido, en este trabajo nos centramos en algunos aspectos de estos dos últimos niveles; por ejemplo, cómo evaluar las alteraciones que se generan en la capacidad de desplazarse, y también cómo afecta eso en cuanto a poder o no retomar los roles que todos tenemos”. Además, el profesor Rivera señala que esta investigación representó otro hito: “los dos autores principales de ese trabajo –Catalina Pizarro y Carlos Sánchez- eran estudiantes de quinto año, quienes realizaron su internado de investigación bajo nuestra tutoría”.
La publicación muestra también un conjunto de escalas y test de evaluación, entre los que se sugiere cuáles son los más apropiados para diagnosticar a las personas con alteraciones funcionales después de haber tenido COVID-19. “Lo que hace la guía clínica de la OMS es destacar la importancia de las terapias no solamente durante las condiciones aguda y subaguda, sino que también en la fase de rehabilitación y ahí es donde nuestra publicación contribuye, señalando las mejores herramientas diagnósticas”.
La segunda publicación es “Uso de la prueba sit-to-stand para evaluar la capacidad física y la desaturación de esfuerzo en pacientes post COVID-19”, liderada por el profesor Rodrigo Núñez-Cortés y que fue publicada en febrero de 2021. “En la investigación, se propone el uso del test sit-to-stand de un minuto (1STST) para evaluar la capacidad física y la desaturación de esfuerzo al mes del alta en una muestra de pacientes supervivientes de neumonía por COVID-19, que realizamos en un hospital público como es el de La Florida. Pudimos concluir que entre estos pacientes el test 1STST aplicado al mes posterior al alta era útil en detectar una disminución de la capacidad física en el 90% de las personas que pudieron completarlo, discriminando entre aquellos que estuvieron o no con una estadía prolongada en el hospital y detectando la desaturación por esfuerzo en algunos pacientes”.
En ese sentido, acota, vimos cómo con este test abreviado también se podía detectar un problema que habitualmente se diagnostica con otra herramienta que es mucho más compleja de aplicar. De ahí la propuesta del “sit to stand test”, que dura un minuto y en que sólo se necesita una silla para que la persona pueda ejecutarlo, lo que facilita su uso en todas partes del mundo, sin necesidad de equipos especiales o de personal altamente calificado. En ese trabajo pudimos determinar primero las diferencias en las secuelas entre quienes estuvieron más o menos de 10 días hospitalizados, y cómo el nivel de saturación de oxígeno es un indicador de pronóstico, por lo que OMS rescata en la guía clínica que debe estar siempre presente al momento de prescribir actividad física para mejorar la actividad y la participación”.
Evidencia de calidad
Respecto a las guías clínicas difundidas por la OMS a mediados de septiembre pasado, contienen las recomendaciones más actualizadas de la organización para el manejo clínico de personas con COVID-19 de manera de brindar orientación integral y holística para la atención óptima de estas personas durante toda su enfermedad.
“Estas guías por lo general demoran mucho tiempo en construirse, cuatro o cinco años, porque se reúne un panel de expertos internacional que revisa la evidencia y propone recomendaciones clínicas en distintos grados. Cuando una publicación genera evidencia de buena calidad, basada en metaanálisis por ejemplo, las recomendaciones que declaran las guías clínicas asociadas a estos trabajos son muy fuertes. En cambio, si la evidencia se basa en un trabajo donde la muestra es más bien pequeña, la recomendación es menos fuerte. Dada la importancia que ha tenido esta pandemia es que estas recomendaciones se publicaron más rápidamente, mediante procesos más acotados, y la versión actual ahonda en 16 tópicos relativos a la rehabilitación post COVID-19, cubriendo áreas que abarcan desde el manejo específico del paciente hasta las estructuras organizacionales a nivel institucional y estatal, que orientan a la prestación de servicios de rehabilitación que sean pertinentes y oportunos”.