La época estival se caracteriza por paseos a la playa, piscinas, y excursiones, entre muchos otros panoramas que se realizan al aire libre, razón por la cual implican la exposición directa a la radiación solar. Lamentablemente esto favorece la aparición de enfermedades cutáneas.
Más allá de las afecciones comúnmente asociadas al sol, tales como las quemaduras solares o la insolación, la exposición reiterada a la radiación solar implica un riesgo mayor, pero mucho menos conocido: “A rasgos generales, la exposición directa al sol genera un daño agudo y crónico”, mencionó la doctora Irene Araya, dermatóloga del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, y especialista en fototerapia, psoriasis y vitíligo.
La doctora Araya explicó que “el daño de tipo crónico es conocido por todos, y se refiere al fotoenvejecimiento y la fotocarcinogénesis, es decir, el cáncer de piel. Mientras que el daño agudo puede generar una serie de consecuencias asociadas a otros tipos de enfermedades”.
Los tipos de daño agudo
Estos otros tipos de enfermedades, consideradas como un tipo de daño agudo, se relacionan a afecciones que reaparecen con la exposición a la radiación solar: “La exposición al sol es capaz de producir la reactivación de algunos virus que se encontraban dormidos, como por ejemplo, el herpes labial. Es bastante probable que una persona que sufre habitualmente de herpes, tenga un nuevo brote del virus cuando se exponga al sol, porque la radiación genera una inmunodeficiencia que a su vez origina una inmunosupresión local”, expresó la doctora Araya. En palabras simples, el sol produce una baja significativa en las defensas, propiciando el brote de virus anteriormente alojados en el cuerpo.
Asimismo, otra de las afecciones que reaparece con la exposición al sol es la dermatitis atópica, enfermedad inflamatoria crónica de la piel que se caracteriza por lesiones en forma de sarpullido en brazos y piernas, que producen picazón. Síntomas que muchas veces van acompañados de dificultades respiratorias similares a las alergias.
La dermatóloga Irene Araya explicó que “las personas que padecen dermatitis atópica generalmente son propensas a reactivar la enfermedad cuando se exponen al sol”. En estos casos, “el sol funciona como activador de una enfermedad precedente, por lo que, a este tipo de enfermedades, que se reactivan y/o agravan con el sol, se les puede llamar enfermedades fotoagravadas”.
Un tipo bastante común de enfermedad fotoagravada es la rosácea: “Si tienes rosácea y te expones al sol, sin lugar a dudas tu rosácea va a empeorar”, explicó la doctora Araya.
Lo mismo pasa con las enfermedades autoinmunes: “El lupus, la artritis, y en general, cualquier enfermedad autoinmune, se activan con la exposición solar”, recalcó la dermatóloga.
La doctora Irene Araya continuó explicando que “el litre es otra afección típicamente fotoinducida —fotoagravada— que se produce cuando el paciente, por ejemplo, salió a caminar al campo, y en el trayecto tocó algunas plantas como el litre, la ruda u otras, y con el contacto directo, la sustancia de las plantas se quedó en su piel. Entonces, cuando el paciente se expone al sol, le salen ronchas y ampollas”.
El litre —afección que lleva el mismo nombre de la planta— se considera una reacción inmunológica de hipersensibilidad retardada, que produce irritación e inflamación local: “La gente muchas veces piensa que este tipo de irritaciones que ocasionan ronchas y ampollas, son alergias, pero en realidad se producen por una reacción química desencadenada por la exposición a la radiación solar”, aclaró la dermatóloga.
Asimismo, la doctora Araya agregó que “las verdaderas alergias al sol son extremadamente raras, pero existen, aunque se dan bastante poco. Este es el caso de la urticaria solar, la erupción polimorfa lumínica, entre otras”.
Además de las enfermedades fotoagravadas, existen casos asociados a los llamados medicamentos fotosensibilizantes: “Las personas que toman medicamentos como por ejemplo, hidroclorotiazida, furosemida o antidiabéticos, y que se exponen al sol mientras están bajo este tipo de tratamientos, pueden generar una reacción fototóxica”, indicó la doctora Irene Araya.
La diabetes como tal no se considera una enfermedad fotoagravada, porque, en palabras de la doctora Araya, “si la persona no estuviera tomando antidiabéticos, no le pasaría nada al exponerse al sol. Pero, al requerir de medicamentos fotosensibles para tratar una enfermedad ya existente, se arriesgan a producir reacciones tóxicas activadas por el sol, debido a la naturaleza del tratamiento”.
En ese sentido, la dermatóloga recalcó que “es sumamente importante que los pacientes estén informados acerca de las características de los medicamentos que consumen. Los diuréticos, por ejemplo, son súper fotosensibilizantes, al igual que algunos antibióticos, pero la mayoría de las veces esto no se les informa a los pacientes, que luego salen al sol, y se queman, muchas veces de forma grave”, enfatizó.
El daño crónico a la piel
En relación al daño crónico, a corto y mediano plazo “tenemos todo lo que está relacionado al fotoenvejecimiento y fotodaño. Por ejemplo, aparecen las manchas, las pecas o efélides, los lentigos solares, y todas las manchas asociadas a algún proceso inflamatorio. Todo lo que se inflama en verano se pigmenta, entonces, si de pronto te da una alergia que se inflama, al exponerte al sol, va a quedar una mancha asociada”, describió la doctora Irene Araya.
Mientras que, a largo plazo, la doctora añadió que la exposición a la radiación solar reiterada en el tiempo origina enfermedades como “la queratosis actínica, afección que se da principalmente en hombres y personas mayores, y que se caracteriza por lesiones ásperas y escamosas en la zona del cuero cabelludo, que aumentan su tamaño progresivamente”.
Con respecto a la queratosis, la doctora enfatizó que “entre un 10% y un 15% de los casos se pueden transformar en un carcinoma espinocelular, por eso es fundamental tratarlas sí o sí, y de la forma más pronta posible”.
El carcinoma espinocelular es un tipo de cáncer a la piel, y en particular, “es el único tipo de cáncer a la piel que, se ha demostrado científicamente, tiene una asociación directa con la exposición solar reiterada”, afirmó la doctora Irene Araya.
Este tipo de cáncer, al igual que la mayoría, “se produce por mutaciones genéticas. La radiación ultravioleta genera una serie de reactivos que alteran el ADN, y producen, en términos simples, la reproducción desordenada y descontrolada de las células de la piel, generando la enfermedad”, explicó la dermatóloga.
La radiación ultravioleta, parte del espectro de radiación electromagnética que es emitida por el sol, “no sólo está relacionada con la aparición del cáncer espinocelular, sino que también con otros tipos de cáncer”, afirmó la doctora Irene Araya.
En ese contexto, agregó que “el cáncer a la piel es el más evidente, pero por ejemplo, en ojos también puede existir daño, así como en todas aquellas zonas del cuerpo que son habitualmente expuestas a la luz solar”, declaró.
Las principales recomendacionesLa doctora Irene Araya puso énfasis en la prevención y precaución, por lo que recomendó que “en los casos de personas que presenten enfermedades fotoagravadas o que estén bajo tratamiento con medicamentos fotosensibles, se expongan lo menos posible al sol, y si tienen que salir obligadamente a las horas pick, lo hagan lo más cubiertos posible, y con uso de bloqueador obligado, casi como si fuese un medicamento más”. En este contexto, agregó que para cualquier persona, “lo principal es no exponerse al sol durante las horas punta, no salir, y menos a hacer deporte. Quedarse bajo techo es lo principal”. Asimismo, continuó diciendo que “en caso de tener que salir a la calle obligadamente, hay que cubrirse lo más posible. Lo ideal es usar manga larga, ropa de colores claros, y si es posible, usar prendas hechas con las nuevas tecnologías contra la radiación UV”. También, la doctora Araya mencionó que “durante los periodos de exposición siempre hay que buscar lugares con sombra, y no exponerse voluntariamente durante periodos extensos”. Finalmente recomendó “usar lentes de sol y sombrero durante todo el tiempo de exposición, y por supuesto, bloqueador solar cada tres horas. Eso sí, hay que tener en cuenta que el bloqueador es la última opción, ya que lo mejor siempre va a ser quedarse bajo techo”, concluyó. |