El doctor Rojas se desempeña en el Chariot Lab de Stanford, universidad estadounidense a la que llegó en 2022 para cursar un doctorado en Ciencias del Aprendizaje y Diseño de Tecnologías y donde creó Clinical Mind AI, una plataforma que crea pacientes simulados usando inteligencia artificial. Basada en el concepto de simulación clínica, estudiantes de carreras de la salud de cualquier lugar del mundo pueden interactuar con ese paciente digital, para practicar todos los pasos que tomaría durante la anamnesis, exámenes y diagnóstico, obteniendo respuestas como las de un humano real, con datos como los que le daría una persona de carne y hueso.
Para el desarrollo de esta iniciativa, contó con el respaldo de sus asesores académicos en el doctorado, como son la ingeniera iraní Shima Salehi, directora del laboratorio de investigación IDEAL, que promueve avances en educación STEM, y Carl E. Weiman, premio Nobel de Física en 2001 y referente en la enseñanza de ciencias. Junto a ellos, identificó el aspecto que considera de mayor importancia para mejorar la formación en salud: el razonamiento clínico.
“Todo partió por una investigación en la que me tocó colaborar, que apuntaba a comprender de mejor manera, en un nivel altamente detallado, cuáles son las principales diferencias entre un estudiante de medicina y un experto en términos de todas las habilidades de razonamiento clínico. Y concluimos que la más importante es la capacidad de recolectar datos desde un caso clínico cuando no tengo opciones. Es decir, si un estudiante está frente a un caso clínico y le mencionan todos los síntomas, los datos del examen físico, va a ser muy bueno para encontrar el diagnóstico y determinar un tratamiento. Pero cuando se le pide a ese mismo estudiante que recolecte toda la información desde cero, ahí sí que hay una enorme diferencia entre este estudiante que está a punto de egresar y el experto; incluso, hay muy poca diferencia entre un alumno a punto de titularse y uno de primer año”, señala el doctor Rojas.
Esto tiene su lógica, añade, “porque en todo el mundo enseñamos razonamiento clínico con casos clínicos escritos, o con preguntas donde el caso clínico también viene escrito. Entonces la información siempre fue recolectada por alguien más, no por el estudiante. Y al mismo tiempo, quien recolectó esa información escribió un resumen súper bien hecho, que apunta a un objetivo o un aprendizaje que también está muy bien manufacturado, entonces el estudiante ni siquiera tiene que leer algo desordenado, es una síntesis de lo que necesita”.
Para enfrentar ese déficit es que están las actividades de aprendizaje con pacientes, ya sea reales o simulados, que son actores a quienes los académicos pautean mediante guiones para que describan malestares o síntomas, así como características personales o ambientales de su entorno; también, la implementación de fantomas o maniquíes de alta fidelidad que pueden ser programados para presentar condiciones o complicaciones de salud. “Pero, aunque esos recursos existen, el alumno no puede acceder todas las veces que quiera. Entonces, mientras hacíamos esta reflexión en el 2022, aparecieron ChatGPT y la inteligencia artificial y pensamos que, si éramos capaces de crear pacientes simulados usando la IA, también podríamos crear una plataforma donde el estudiante puede entrevistar a estos pacientes las veces que necesite, y recolectar la información las veces que sea necesario hasta que logre hacerlo bien. Así nació la idea, que ahora es una plataforma que pertenece a la Universidad de Stanford y que se licencia el acceso a todas las universidades que lo deseen”.
Hablando con el paciente, en su idioma
Clinical Mind permite que los docentes creen un paciente simulado en base a los requerimientos que ellos determinen: “Para el académico es exactamente igual a como crea el guion para un paciente simulado humano. Entonces la misma información se la entrega a la plataforma, que incluso puede evaluar mediante inteligencia artificial si estos datos están completos o si, por ejemplo, olvidó incluir datos que pueden ser relevantes, como que el paciente presenta alguna alergia. Pero, además, este mismo guion puede ser creado con el apoyo de un asistente que usa inteligencia artificial, para crear un paciente simulado con tantas interacciones como desee, en la secuencia que estime pertinente”.
La primera de esas interacciones, añade, son aquellas que el estudiante realiza con el paciente: tomar la historia médica, hacer el examen físico o solicitar exámenes. “En la segunda el docente puede hacer preguntas al alumno, pedirle que revise los resultados de un examen, que vea un video, que lea un documento o que tome notas en la ficha clínica. Todas esas acciones pueden ser combinadas en cualquier secuencia, en donde el estudiante puede hacer una especie de videollamada con el paciente, hablando con él como con un ser humano real, en español y sin retraso, funciona exactamente igual gracias a la inteligencia artificial, comunicándose por voz con su paciente simulado”.
Así, este paciente interactivo tiene un diseño intuitivo que busca facilitar el proceso de enseñanza aprendizaje, asegurando una experiencia realista y adaptable a los distintos sistemas de salud, también permitiendo equidad en el acceso, pues dado que es una plataforma web facilita su uso. Incluso, añade el doctor Rojas, tiene una versión móvil para que los estudiantes puedan trabajar con ella a través de celulares o tabletas.
Plataforma autoexplicativa
La profesora Claudia Arancibia, directora del Centro de Habilidades Clínicas de la Facultad de Medicina, comenta que “el razonamiento clínico es algo que parece muy importante en la malla curricular de los estudiantes, pero que finalmente se materializa poco en la práctica, porque a veces tienen poco acceso a pacientes reales o simulados. Entonces esta es una manera de contribuir a desarrollar esta habilidad indispensable, mediante pacientes simulados virtuales creados por los docentes, con casos de diferentes niveles de complejidad. Así, los alumnos pueden hacer preguntas, determinar qué exámenes necesita y su interpretación, para llegar a un posible diagnóstico y tratamiento, todas las veces que lo requiera, permitiendo su autoaprendizaje sin temor a los errores, Es una herramienta de apoyo que facilita entrenarse en habilidades de razonamiento analítico, de toma de decisiones, de elección de las mejores alternativas terapéuticas”.
Para su implementación en nuestro plantel, la directora señala que ya está trabajando con un equipo de académicos de la carrera de medicina, en primera instancia, para poner en marcha un piloto. “Estamos viendo los tiempos de ajuste, porque ellos deben entrenarse en el uso de la plataforma e ir creando los casos”.
En este sentido, el doctor Marcos Rojas agrega que, si bien muchas universidades han pedido talleres de capacitación, “cuando uno usa la plataforma por primera vez como docente, aparecen unas “burbujas” que enseñan el paso a paso de cómo funciona, de tal manera que el profesor se puede autocapacitar. A la vez, cuenta con información explicativa adicional, por si el académico tiene dudas y quiere revisar algo, se abre un panel con videos y tutoriales. El objetivo es que sea lo más autoexplicativo posible, pero nos hemos dado cuenta de que en algunos casos es necesario. Entonces, parte del acuerdo de colaboración entre la Universidad de Stanford y la Facultad de Medicina es que nosotros vamos a hacer los primeros talleres al inicio, pero más que nada para capacitar al equipo local que va a estar a cargo; nosotros le entregamos todos los materiales, en este caso, al Centro de Habilidades Clínicas y al Centro de Enseñanza y Aprendizaje, para que allí decidan cuál usar. Pero en nuestra experiencia, luego de hacer esto con cientos de docentes, es que la gran mayoría no requiere de hacer un taller”.
Hablar… y también examinar
El convenio de licenciamiento de Clinical Mind entre la Facultad de Medicina y la Universidad de Stanford, informa el doctor Rojas, da plena independencia a los usuarios en términos de determinar para qué carrera, asignatura o nivel quieran usar la plataforma. “Lo único que pedimos es que contribuyan realizando investigación para entender de mejor manera cómo impacta el uso de la inteligencia artificial en el aprendizaje de profesionales de la salud, eso es lo que nos interesa. Cada universidad que se une tiene la responsabilidad de proponer proyectos de investigación en que Stanford puede aportar y ayudar, con un mayor o menor rol”.
En esa línea, la profesora Arancibia agrega que “ese es un gran beneficio para nosotros como académicos, porque nos va a permitir generar nuevo conocimiento viendo si esta herramienta de verdad es efectiva en el desarrollo del razonamiento clínico, pero además accediendo a una gran base de datos con la cual comparar los nuestros. Así que de eso se pueden desprender varias investigaciones, además de también evaluar la usabilidad de esta plataforma y la factibilidad de uso.
Los próximos pasos, finaliza el doctor Rojas, apuntan a vincular Clinical Mind a otra plataforma de Stanford, como es Chariot, un simulador de realidad virtual y en cuyo marco la universidad estadounidense donó a nuestra institución cuatro lentes de realidad virtual Meta Quest-2 y tres lentes Magic Leap, con el fin de investigar el uso de realidad aumentada para simulaciones clínicas en la formación de profesionales de la salud, “de tal manera que el estudiante cuando ingrese no sólo pueda hablar con el paciente, sino también hacer el examen físico con sus manos, que es algo muy interesante”.