Trudie Roberts, presidenta de la Association for Medical Education in Europe, AMEE, partió a felicitar a Marcos cuando culminó la premiación del más reciente congreso internacional realizado en Basilea, Suiza, muy satisfecha de que su proyecto, que partió hace cuatro años junto a otra docena de compañeros, hoy reúna a más de 600 ayudantes de todas las carreras de pregrado que ofrece la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Pero se sorprendió más aún al saber que aún es estudiante y que fue el único entre las más de 90 postulaciones que tuvo el premio Patil.
Y hablando de sorpresas, muchos de los asistentes no entendían por qué quienes forman parte del PAD están tan comprometidos con la formación en salud que no recibieron. “Es parte de la solidaridad de la Universidad de Chile”, dice muy sonriente Marcos.
Otros tampoco que un proyecto con tan buenos resultados fuera fruto del trabajo sólo de estudiantes.
¿Quizás estas son las diferencias más importantes entre las tradicionales ayudantías universitarias y el PAD?
“Querer enseñar es lo más importante para ser del PAD; pero, más aún, querer aprender”
Al preguntarle directamente eso a Marcos, su respuesta primero apuntó al proceso de selección que hace de los postulantes al programa, y que además fue lo mismo que dijo al comité frente al cual presentó este proyecto el pasado 29 de agosto, en Suiza: “El por qué los seleccionamos o los capacitamos, y no quiero decir que esa sea la diferencia, es que el ser ayudante docente implica que el interés y la prioridad máxima está en el aprendizaje de mis compañeros. Constantemente tiene que haber una reflexión crítica sobre la ejecución de lo que estoy haciendo, y por eso este año cambiamos el modelo de gestión, sacándola de los ayudantes encargados de curso y centralizándola, porque nos hemos dado cuenta de que esa reflexión es difícil: Por ejemplo, quieren hacer una guía de ejercicios; pero no cualquier guía es buena, ni por hacerla cumplen bien. Cumplieron, sí, pero ¿de verdad es buena? ¿Los compañeros están aprendiendo más y mejor, estaba bien planteada, había que hacerla o quizás habría servido más un video? Por eso es que, tan importante como querer enseñar, es querer aprender siempre cómo hacerlo mejor”.
¿Esta es la innovación? Sí y no. “Lo que caracteriza a una buena innovación en educación es que cubra una necesidad. Estamos innovando porque hay una necesidad que cubrir, que es en la que toda la facultad debería trabajar, que es el aprendizaje del estudiante. Eso es lo más importante. Otros proyectos que se vieron en el Congreso AMEE tenían más presupuesto que nosotros, más recursos –académicos y otros-, pero se basaban mucho en la novedad, la aplicación por ejemplo, pero nunca pensando como nosotros, desde el que queremos que aprendan más y mejor. Y por eso seleccionamos a los que quieren genuinamente enseñar, pero también aprender".
Por eso, añade, han fijado estándares en tres ámbitos: lo educativo, lo formal y la gestión. Para lo primero, estableciendo las bases con el apoyo de una sicóloga educacional y contando siempre con la revisión docente de los contenidos, “aunque no es ahí donde están los errores, sino en la pertinencia de lo que están haciendo. Se les puede ocurrir hacer una ayudantía presencial, y creen que es adecuada, o indispensable, pero es porque quieren hacerla. No se les ocurre pensar si la necesidad está como para una ayudantía presencial; ahí es donde hemos hincado más el diente ahora. La ayudantía tiene que estar centrada en el estudiante, en cómo es el actual modelo educativo de la Facultad; de ahí tiene que partir la reflexión”.
Para lo segundo, Marcos explica que “no da lo mismo que por ejemplo en una guía haya una falta de ortografía o no se pongan las referencias, porque un estudiante interesado y con dudas va a querer consultarlas. O que no se hagan retroalimentaciones de las evaluaciones, porque es injusto: no se puede aprender sino a partir de saber en qué se equivocaron. Las formalidades son necesarias”.
Y para la gestión, señala que los ayudantes deben entender que todo lo que hacen deben registrarlo, levantar evidencia y a tiempo. Que deben llegar puntuales a la sala, que tienen que estar comunicados con todos los estudiantes del rol que tienen en esa ayudantía, llevar material, todo tiene que estar bien gestionado. Y que para eso ya no es director del PAD –es Fabián Henríquez-, sino que “ahora soy una especie de funcionario del programa, me dedico a la parte de seguimiento de los ayudantes y de la gestión. Veo y reviso lo que hacen, si es pertinente o no, les enseño lo que necesiten para su trabajo –que es que los estudiantes aprendan más y mejor-, porque estamos convencidos de que el modelo que va a cambiar la forma de hacer docencia es aquel que se muestre como uno de apoyo constante de seguimiento y acompañamiento al profesor, “no capacitándolo para que haga un video, sino ayudándolo en lo microcurricular, en los cambios que tienen que ocurrir dentro del aula. Porque donde sucede el aprendizaje todavía no se está haciendo mucho”.
Va a haber un punto, en la historia futura, cree, “donde todos los docentes van a haber sido ayudantes de este programa. Pensando en eso, queremos que los docentes sepan desde ahora que el modelo de acompañamiento es un modelo exitoso, que les disminuye la carga de una capacitación, pero también les trae mejores resultados”.