Las instituciones formadoras de profesionales de la salud debemos reflexionar sobre nuestra misión y objetivos estratégicos en el marco de las nuevas realidades y muy especialmente en el contexto de la discusión de un nuevo régimen constitucional. Ello es particularmente importante para la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en tanto universidad pública al servicio de los intereses del país.
Para cumplir este propósito es urgente revisar y consensuar un conjunto de premisas, a nuestro juicio insoslayables. En primer lugar, deberemos asegurar una masa crítica de profesores altamente competentes provenientes de las diversas áreas de la salud, lo que hoy se ve amenazado. Se requiere de un trabajo entre las Facultades y el Estado para lograr reencantar a nuevas generaciones, ofreciendo condiciones atractivas y competitivas para sumarse a la academia.
Por otro lado, nuestros procesos formativos deben ser modernizados y contextualizados a la realidad educativa precarizada con que, en no pocos casos, recibimos a nuestro estudiantado, especialmente en el contexto post pandemia. Se requiere un análisis y propuestas recurrentes, puestas a prueba mediante experiencias piloto y evaluaciones continuas, en las que puedan participar todos quienes componen las comunidades formativas. La posibilidad y pertinencia de acortar las carreras deben ser evaluada en este contexto y con criterios de realidad.
La generación de nuevo conocimiento, propio de Facultades de Medicina de universidades complejas como la nuestra, debe imprimir un sello distintivo en los nuevos profesionales. La participación en diferentes etapas de los procesos investigativos, aporta a la capacidad de reflexión, indagación, crítica y autocrítica del estudiante en formación, aportando a una mejor aproximación a las diversas problemáticas en el área salud que deberá afrontar. Por otro lado, la pandemia dejó de manifiesto el impacto positivo de la investigación biomédica transdisciplinar, que desde las universidades aportó evidencia necesaria para adoptar mejores políticas públicas. Corresponde ahora potenciar la colaboración entre grupos de investigación locales e internacionales, apostando al necesario apoyo del Estado, sustentado en el convencimiento y confianza de la comunidad nacional hacia sus universidades públicas en el buen uso de los recursos en beneficio de la salud y bienestar de nuestra población
En cuanto a la formación avanzada en salud, es crítica la interrelación de los centros formadores con el Estado, pues en conjunto deben garantizar un sistema de acreditación y certificación de especialidades y especialistas eficiente y suficiente. Es vital, por otro lado, impulsar la alianza virtuosa y cooperativa entre los diversos centros de salud públicos con sus universidades para asegurar la suficiencia de campos clínicos, estructuras indispensables para la formación de los profesionales que el país requiere.
Chile presenta a través de su historia avances evidentes en calidad, equidad y accesibilidad en Salud, pero puede avanzar aún más en consolidar un “ecosistema” capaz de hacer confluir las necesidades sanitarias permanentes y la formación de profesionales capacitados. La coyuntura político-social que envuelve el quehacer y preocupación ciudadanos por estos días es también una oportunidad para mirar el futuro de la salud de Chile con una perspectiva crítica, integradora, propositiva y centrada en el objetivo de más y mejor salud para nuestra población. Nos hacemos cargo de nuestra responsabilidad, como la primera Facultad de Medicina, y como ha sido a lo largo de sus 189 de historia, para ser un aporte sustantivo en este ineludible y noble objetivo.
Dr. Miguel O’Ryan G.
Decano
Facultad de Medicina
Universidad de Chile